La cultura judeocristiana no considera el tiempo como
circular al modo de los orientales, sino que avanza hacia adelante.
Pero la Iglesia Católica estructura su vida litúrgica en
base a una recurrencia de un período semanal y otro anual.
Cada día de la semana tiene para la Iglesia un significado
diferencial, porque hace memoria de una parte específica de la fe.
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Lo mismo que sucede en cada mes del año.
EL TIEMPO EN EL JUDEO CRISTIANISMO
El famoso filósofo estudioso de las religiones Mircea Eliade
habla que existen dos paradigmas para conceptualizar el tiempo.
Uno es el enfoque cosmológico y otro es el enfoque
histórico.
En el enfoque cosmológico el tiempo es cíclico.
Se lo puede observar en el ciclo natural que se repite.
En la primavera la naturaleza florece y en el otoño la
naturaleza se retrae al punto de desaparecer.
Pero vuelve a resurgir en la próxima primavera.
Este enfoque cosmológico está extendido en las religiones
paganas y especialmente en la New Age, que proclama la reencarnación.
En cambio en el enfoque histórico el tiempo avanza
linealmente hacia adelante.
Y este es la idea de tiempo que se adjudica a los judíos y
que se ve en funcionamiento ve cuando se analiza el Diluvio.
Hay muchas culturas que hablan de un diluvio universal que
destruye la civilización, y ésta tiene que comenzar de nuevo.
En las culturas paganas este evento del diluvio es
considerado recurrente.
Es un evento que termina con la civilización y da comienzo a
una repetición del nacimiento de una nueva civilización.
Pero en el caso de los judíos Yahveh cortó este ciclo recurrente
diciendo que nunca más se repetirá la inundación.
De este modo se puede reconstruir el mundo y progresar.
La idea de progreso está en las antípodas de un mundo
inmutable que gira sobre sí mismo.
Hace que el esfuerzo humano sea entendible y aceptable,
porque no está condicionado por una lógica de la repetición.
Pero los judíos agregaron una sofisticación a este argumento
histórico, poniéndole encima una capa de repetición.
De modo que el tiempo ya no es visto solamente como una
línea que marcha hacia adelante.
Sino como un espiral ascendente, en el que se van repitiendo
círculos en el marco de una tendencia ascendente.
PARA LA IGLESIA CATÓLICA EL TIEMPO TIENE UN SIGNIFICADO DISTINTO
Y esto lo ha heredado el cristianismo cuándo le da un
significado diferente a cada día de la semana y a cada mes del año, y que se
repite año a año.
Sin embargo lo importante de esta repetición no es volver a
hacer lo mismo sino a crecer espiritualmente cada vez que vuelve el ciclo.
Aunque la vida de la Iglesia se estructura a través del
ciclo litúrgico que se repite año a año, cada tiempo de cada año es vivido de
forma distinta y significa cosas diferentes para la propia Iglesia, y para cada
uno de nosotros.
Esta Cuaresma y Semana Santa no son iguales a las del año
pasado ¿o me equivoco?
Por otro lado, el tiempo es santo, porque Dios creó el mundo
tomándose un tiempo preciso en cada día de la semana, y cada día lo usó con
fines distintos.
Y en nuestra existencia, vemos al tiempo como un regalo de
Dios, como oportunidades que Él nos da para progresar en nuestro camino hacia
la Vida Eterna.
Como el tiempo corre para adelante es un recordatorio de que
nuestras vidas son finitas y que debemos aprovechar cada minuto porque no
vuelve.
Como dice el salmista:
“Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos
un corazón sensato” (Sal 90:12).
Pero eso no quiere decir que cada época del año y día de la
semana no tengan un significado especial.
Para la Iglesia lo tienen, porque su ciclo de esfuerzos
semanales y anuales están anclados al ciclo litúrgico que se repite cada año.
Es la capa de recurrencia en espiral que se añade al tiempo
lineal.
Es por eso que la Iglesia da un significado y una valoración
diferente de los días y los meses.
Es por eso que podemos hablar de un Tiempo Católico, en que
cada día de la semana y mes del año tiene un significado diferencial.
EL SIGNIFICADO CATÓLICO DE CADA DÍA DE LA SEMANA
El domingo está dedicado a la Santísima Trinidad, además de
ser el día de la Resurrección de Nuestro Señor.
Esto es completamente adecuado ya que el domingo es el
primer día de la semana y el día en que ofrecemos al Dios Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo nuestra alabanza, adoración y acción de gracias.
El lunes es el día en que recordamos a los ángeles.
Los ángeles son poderosos guardianes, y cada uno de nosotros
está protegido por uno.
Muchos de los santos tenían una gran devoción a los ángeles
en general, y a su ángel de la guarda en particular.
La Iglesia Católica es apostólica.
Es decir, está fundada en la autoridad y la enseñanza de los
apóstoles, particularmente en San Pedro, a quien Jesús entregó las llaves de Su
Reino.
Cada obispo es un sucesor directo de los apóstoles.
San José es conocido como el príncipe y principal patrón de
la Iglesia.
Como padre terrenal de Jesús, tuvo un papel especial en la
protección, providencia e instrucción de Jesús durante su vida terrena.
Ahora que Cristo subió a los cielos, San José continúa
ejerciendo su paternal tutela al cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Nuestro Señor instituyó la Santa Eucaristía un día jueves,
así que es adecuado que recordemos el más grande de los sacramentos en este
día.
La Eucaristía es el regalo más grande de Dios a la
humanidad, ya que es nada menos que el mismo Jesús.
¿Qué regalo podría ser más grande?
Jesús fue azotado, escarnecido, y crucificado un viernes.
Por ello, la Iglesia siempre ha considerado los viernes como
días de penitencia y sacrificio.
Este día debería ser siempre un día de arrepentimiento y uno
en el cual recordemos la entrega total de Cristo para salvarnos de nuestros
pecados.
Hay una serie de razones teológicas por las cuales el sábado
está dedicados a la Virgen.
Tal vez la más significativa es que el Sábado Santo, cuando
todo el mundo abandonó a Cristo en la tumba, ella fue fiel a Él, esperando
confiadamente su resurrección el primer día de la semana.
EL SIGNIFICADO CATÓLICO DE CADA MES
Enero: El Santo Nombre de Jesús
No hay nombre más poderoso que el Nombre de Jesús, y con él
comenzamos el año calendario.
El Catecismo bellamente resume el poder de este nombre:
“Pero el Nombre que todo lo contiene es aquel que el Hijo de
Dios recibe en su encarnación: JESÚS.
El nombre divino es inefable para los labios humanos, pero
el Verbo de Dios, al asumir nuestra humanidad, nos lo entrega y nosotros
podemos invocarlo: “Jesús”, “YHVH salva”.
El Nombre de Jesús contiene todo: Dios y el hombre y toda la
Economía de la creación y de la salvación.
Decir “Jesús” es invocarlo desde nuestro propio corazón.
Su Nombre es el único que contiene la presencia que
significa.
Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su Nombre
acoge al Hijo de Dios que le amó y se entregó por él”(CIC # 2666)
Febrero: La Santísima Trinidad y la Sagrada Familia
La Sagrada Familia es un reflejo terrenal de la Santísima
Trinidad. Meditando en la Sagrada Familia, podemos aprender el significado del
amor, la obediencia, y la verdadera paternidad y maternidad.
También nos recuerda que la familia es la unidad fundamental
tanto de la sociedad como de la Iglesia.
Y la Santísima Trinidad es el culmen de nuestra fe.
Marzo: San José
San José es el icono de Dios Padre: silencioso pero activo y
satisfaciendo perfectamente las necesidades de todos.
La Iglesia invoca constantemente la protección de San José,
exhortándonos a acudir a
José.
Abril: Resurrección de Jesucristo y la Alegría Pascual
La Santa Iglesia es la guardiana de la memoria de la
Resurrección del Señor.
Y esta es la base de nuestra fe, es nuestra esperanza.
Y la Sagrada Eucaristía es hoy un símbolo de ello.
Durante dos mil años, la Iglesia ha guardado este tesoro,
administrándolo a los fieles y proclamando que es nada menos que el mismo
Jesús.
Nunca podremos ser demasiado devotos del Santísimo
Sacramento o mostrarle demasiado honor.
Desde siempre, Nuestra Señora ha sido asociada con la
belleza de las flores y la llegada de la primavera en el hemisferio norte.
Esto es apropiado porque ella es hermosa y es la Madre de
nuestro Señor Jesucristo, que es la vida del mundo.
En mayo la Iglesia recuerda a la Virgen gloriosa con
coronaciones y procesiones en su honor.
El Sagrado Corazón de Jesús es la revelación del inmenso
amor de Dios por nosotros.
A menudo se lo representa como un horno ardiente, perforado
y roto, pero palpitante de amor.
El Sagrado Corazón es asimismo un profundo recordatorio de
la humanidad de nuestro Señor, porque su corazón no es un simple símbolo, sino
una verdadera realidad física.
La sangre de Cristo nos salva del pecado.
Es la sangre de Cristo la que nos da la esperanza del cielo.
San Pablo nos dice que Jesús reconcilió “en sí mismo todas
las cosas, ya sea en tierra o en el cielo, haciendo la paz por la sangre de su
cruz” (Col. 1:20).
Sin la sangre de Cristo derramada por nosotros, todo estaría
perdido.
El corazón de María es un corazón maternal, un corazón lleno
de amor y misericordia para sus hijos.
El corazón de María es el canal a través del cual todas las
gracias de Dios fluyen a nosotros.
Ella es “vida, dulzura y esperanza nuestra.”
Septiembre: Los Dolores de María
Después de Jesús, ningún ser humano ha sufrido más que
nuestra Santísima Madre.
En perfecta obediencia a la voluntad de Dios, ella aceptó la
tortura, humillación de su Hijo y a su brutal ejecución por nuestra salvación.
Como todo padre sabe, ver a un hijo sufrir es el sufrimiento
más grande de todos.
Ella todavía lleva en su corazón los sufrimientos de su
divino Hijo.
El Rosario es una de las armas más poderosas que posee la
Iglesia.
Constantemente los santos, Papas, y Nuestro Señor y Nuestra
Señora misma nos exhortan a rezar esta sencilla pero profunda oración.
Por tanto, la Madre Iglesia ha reservado todo un mes para
promover esta oración.
Las almas en el purgatorio están sufriendo mucho, y ellas no
pueden orar por ellas mismas.
Ellas son nuestros hermanos y hermanas, y como miembros del
cuerpo de Cristo, debemos rezar y ofrecer sacrificios por los que han ido antes
que nosotros, pidiendo que descansen en la luz de la presencia de Dios.
Diciembre: La Inmaculada Concepción y la Infancia de Jesús
Diciembre marca el nacimiento de Nuestro Redentor.
Presenta a María en estado de gravidez a la espera del
nacimiento, donde meditamos la Inmaculada Concepción. María estaba
perfectamente unida para siempre a su esposo, el Espíritu Santo.
Su fructífera unión produjo una boda del cielo y de la
tierra en el Dios-hombre, Jesucristo, de quien recordamos su nacimiento en
infancia.
Fuente: forosdelavirgen.com