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La sagrada familia y la escalera al cielo

La Sagrada Familia


La Sagrada Familia fue la familia perfecta, donde había amor, unión, comprensión y donde estaba Dios presente en la persona de Jesús. Siempre se ha dicho que, para formar un auténtico matrimonio hacen falta tres: el esposo, la esposa y Dios. 

Si falta Dios, el matrimonio no podrá ser feliz, pues le faltará el amor de Dios, que es indispensable para la felicidad conyugal. 

En la Sagrada Familia, Jesús era el centro de la vida de José y de María. Toda su existencia estaba dirigida a servirle, amarle y a hacerlo feliz.  

Pero, además de ser una familia unida y feliz, la Sagrada Familia estaba en el centro de la historia del mundo. Tenía una misión cósmica y universal. De ella dependía el futuro de la humanidad. Por eso, la figura de San José es imprescindible en esta visión a nivel universal. Su participación en el misterio de la Encarnación lo sitúa, junto con María, en el centro de la historia humana. Por eso, San José no puede ser un hombre cualquiera o un santo cualquiera, pues para cumplir bien su misión, Dios le concedería las gracias que necesitaba. 

Necesitaba fuerzas físicas para cuidar a su familia y procurar su alimento con el trabajo de cada día. Algunos santos, como la beata Ana Catalina Emmerick, hablan de que al casarse tenía unos 30 años de edad. Lo cierto es que tenía la plenitud de sus fuerzas humanas y la madurez suficiente para hacer frente a todas sus responsabilidades. 

Antes del matrimonio con María, José era un hombre justo, como dice el Evangelio (Mt 1, 19). Quizás era un hombre santo, pero, después del matrimonio con María, comenzó su carrera acelerada hacia la santidad. 

El contacto diario con Jesús y María lo hizo llegar a alturas jamás imaginadas por él y que sólo Dios puede dar a quien ha entregado su vida entera a su servicio. 

Jamás hombre alguno podrá alcanzar en santidad a José, porque nadie ha podido amar tanto como él a sus dos grandes amores: Jesús y María. Por eso, decimos, con total seguridad, que José es el más santo de los santos. 

Según la tradición, San José era carpintero. Así lo cuenta San Justino, que era de Palestina, en el diálogo con Trifón del siglo II. Dice: Cuando Jesús llegó al Jordán, lo creían hijo de José el carpintero y no aparentaba lo que era, pues se le consideraba un carpintero. En efecto, durante su estancia entre los hombres, ejerció un oficio, fabricó carros y yugos, dando así ejemplo de justicia y trabajo (20).

San Cirilo de Jerusalén afirma que en su tiempo (siglo IV), todavía se mostraba a los visitantes de Jerusalén una pieza de madera en forma de teja, labrada, según decía, por José y por Jesús. 

Cuando Jesús comenzó su vida pública, ya no se habla de José, que parece había muerto, pues no asistió a las bodas de Caná. El mismo Marcos, cuando habla de Jesús, lo nombra como hijo de María, pues seguramente ella era ya viuda; ya que, de otro modo, hubieran dicho que era hijo de José y de María. La gente de Nazaret, hablando de Jesús, dice: ¿No es este acaso el carpintero, el hijo de María? (Mc 6, 3). 

La Trinidad en la tierra

La Sagrada Familia estaba tan unida que eran tres en uno. Alguien los ha llamado la trinidad en la tierra. 

Los tres Corazones eran uno solo. Yo me los imagino así: Un gran corazón, el Corazón divino de Jesús, y dentro de él, el Corazón inmaculado de María; y dentro del Corazón de María, el castísimo Corazón de José. Tres corazones en UNO. ¿Por qué? Porque el mejor medio para llegar a María es José y el mejor medio para llegar a Jesús es María. El camino más rápido para llegar a Jesús es por José y por María: José, María y Jesús. 

Dice San Juan Eudes: Después de Dios, San José tiene el primer puesto en el Corazón de María, porque María es toda de José como la esposa es del esposo; así el Corazón de María es de José. Por otra parte, es claro que Jesús es un solo Corazón con María, y como María es un solo Corazón con José, resulta que José tiene un solo Corazón con Jesús y con María (21).

La escalera al cielo


Una escalera al cielo


San Leonardo de Puerto Mauricio (+1751) dice: La escalera, que conduce al cielo, tiene tres escalones: Jesús, María y José. Vuestras oraciones son confiadas, en primer lugar, a San José, José las entrega a María, y María a Jesús. Descendiendo, las respuestas pasan de Jesús a María, y María las ofrece a José. Jesús hace todo por María, porque es su hijo. Y José lo obtiene todo por ser esposo de María y padre de Jesús (22). 

Consagrémonos a los tres Corazones y vivamos dentro de ellos para estar bien protegidos y defendidos de toda adversidad.

 

20 Citado por Cristiani León, San José, Ed. Rialp, Madrid, 1978, p. 105.

21 San Juan Eudes, Le coeur admirable, t. VIII, c. 3.

22 Leonardo de Puerto Mauricio, Sermons, Ed. Casterman, 1858, t. II, ser. XVIII, p. 24.


Autor: P. Angel Peña O.A.R

La paternidad de José

San ¡José con Jesús en los brazos

José fue en verdad padre de Jesús, aunque no lo fuera de sangre. Su título de padre le es reconocido por el Espíritu Santo mediante la autoridad de la Palabra de Dios, y Jesús lo reconocía, obedeciéndole en todo. Dice el Evangelio que les estaba sujeto (Lc 2, 51), es decir, que obedecía a María y José.

 

Dice la Palabra de Dios: Sus padres iban cada año a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Y cuando era de doce años, al subir sus padres..., Jesús se quedó sin que sus padres lo advirtieran... Bajó con ellos y vino a Nazaret y les obedecía (Lc 2, 41-43. 51). Al entrar sus padres con el niño Jesús (Lc 2, 27). Su padre y su madre estaban maravillados de lo que se decía de él (Lc 2, 33). 

María reconoce también a José como padre de Jesús. Cuando lo encuentran en el templo, después de estar tres días buscándolo, María le dice: Mira, tu padre y yo, apenados, estábamos buscándote (Lc 2, 48). Aquí, hasta María antepone la autoridad de José a la suya, diciendo: Tu padre y yo.

La gente lo consideraba hijo de José. Jesús, al empezar, tenía unos treinta años y era, según se creía, hijo de José (Lc 3, 23). Y todos estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca y decían: ¿No es éste el hijo de José? (Lc 4, 22). ¿No es éste Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? (Jn 6, 42). 

Y José es consciente de su paternidad como padre de Jesús y asume su responsabilidad como venida de Dios. Cuando se le aparece el ángel, se dirige a él como jefe de familia para darle órdenes, que él cumple sin discutir. Le dice el ángel: Ella dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús (Mt 1, 21). Toma al niño y a su madre y huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise (Mt 2, 13-14). A la muerte de Herodes, de nuevo se le aparece el ángel y le dice: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel... Y levantándose, tomó al niño y a su madre y partió para la tierra de Israel (Mt 2, 19-21). 

El hijo de María es también hijo de José en virtud del vínculo matrimonial que los une. A raíz de aquel matrimonio fiel, ambos merecieron ser llamados padres de Cristo (RC 7). Por otra parte, siendo la circuncisión del hijo, el primer deber religioso del padre, José, con este rito, ejercita su derecho-deber respecto a Jesús (RC 11). En la circuncisión, José impone al niño el nombre de Jesús… Al imponer el nombre, José declara su paternidad legal sobre Jesús y, al proclamar el nombre, proclama también su misión salvadora (RC 12). El rescate del primogénito es otro deber del padre, que es cumplido por José (RC 13).

 La paternidad de José era indispensable en Nazaret para honrar la maternidad de María. Era indispensable para la circuncisión e imposición del nombre. Era indispensable en Belén para inscribir al recién nacido como hijo de David en los registros del imperio romano. Era indispensable en Jerusalén para presentar al primogénito en el templo. Y también era indispensable la presencia de José para el crecimiento de Jesús en sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 52).

Jesús fue inscrito oficialmente como hijo de José, de Nazaret (Jn 1, 45) y así lo creían todos. Por eso, san José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo, él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación (RC 8).

 San José, obedeciendo a Dios, custodiando a María y siendo padre de Jesús, tomó parte activa en los misterios de la Encarnación y Redención. Dice san Efrén (306-372), el gran teólogo y doctor de la Iglesia: Bienaventurado eres tú, justo José, porque a tu vera creció quien se hizo niño pequeño para hacerse a tu tamaño. El Verbo habitó bajo tu techo sin abandonar por ello el seno del Padre... Quien es hijo del Padre, se llama hijo de David e hijo de José.

 

San Bernardo (1090-1153) afirma: Aquel a quien muchos profetas desearon ver y no vieron, desearon oír y no oyeron, le fue dado a José, no sólo verlo y oírlo, sino llevarlo en sus brazos, guiarle los pasos y apretarlo contra su pecho. Cubrirlo de besos, alimentarlo y velar por él. Imagina qué clase de hombre fue José y cuánto valía. Imagínalo de acuerdo con el título con que Dios quiso honrarlo, que fuese llamado y tomado por padre de Dios, título que en verdad dependía del plan redentor.

 Decía el Papa Juan Pablo II: La paternidad de san José, como la maternidad de la Santísima Virgen María, tiene un carácter cristológico de primer orden. Todos los privilegios de María se derivan del hecho de que es madre de Cristo. Análogamente, todos los privilegios de san José se deben a que tuvo el encargo de hacer de padre de Cristo.

 Sabemos que Cristo se dirigía a Dios con la palabra abba, una palabra querida y familiar con la cual los hijos de su nación se dirigen a sus padres. Probablemente, con la misma palabra como los otros niños, Él se dirigía también a san José, ¿es posible decir más del misterio de la paternidad humana?... La vida con Jesús fue para san José un continuo descubrimiento de su propia vocación de padre.

 San Francisco de Sales pone un ejemplo. Dice así: Acostumbro decir que si una paloma llevase en su pico un dátil y lo dejase caer en un jardín, ¿no se diría acaso que la palmera que de él provendría pertenece al dueño del jardín? Pues si esto es así, ¿quién podrá dudar que el Espíritu Santo, habiendo dejado caer este divino dátil como divina paloma, en el jardín cerrado de la Santísima Virgen, el cual pertenece a san José como la mujer esposa pertenece al esposo, ¿quién dudará digo, que se pueda afirmar con toda verdad que esa divina palmera (Jesús), que produce frutos de inmortalidad, pertenece por entero a san José?

Sí, Jesús pertenece también a José y no sólo a María. Después de María, José fue el primero a quien Jesús besó con su boca divina, se le colgó del cuello, limpió su sudor con sus benditas manos e hizo otros innumerables regalos que los niños cariñosos hacen a sus padres. Cualquiera de estos regalos hubiera sido suficiente para enriquecer de bienes espirituales al alma más seca del mundo entero.

 16 Citado por Martelet Bernard, José de Nazaret, Ed. Palabra, Madrid, 1999, p. 202.

17 Homilía Super missus est 2, 16.

18 Juan Pablo II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2004, pp. 125-126.

19 Citado por Hervas Félix, Espigaduras en torno a san José, Ed. Signum crucis, Avila, 1988, p. 30.


Fuente: Autor: P. Angel Peña O.A.R

El matrimonio de José y María

La sagrada familia

Antes que nada hay que tener en cuenta que fue un verdadero matrimonio, a pesar de que nunca hubo entre ellos relación carnal. 

El Espíritu Santo lo reconoce en el Evangelio: José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo (Mt 1, 16). 

José era verdadero esposo de María y entre ellos había un verdadero matrimonio. 

Analizando la naturaleza del matrimonio, tanto San Agustín como Santo Tomás de Aquino, la ponen siempre en la indivisible unión espiritual, en la unión de los corazones, en el consentimiento, elementos que en aquel matrimonio se han manifestado de modo ejemplar. 

En el momento culminante de la historia de la salvación, cuando Dios revela su amor a la humanidad mediante el don del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y José el que realiza en plena libertad el don esponsal de sí, al acoger y expresar tal amor. 

Dice San Agustín: María pertenece a José y José a María, de modo que su matrimonio fue verdadero matrimonio, porque se han entregado el uno al otro. Pero ¿en qué sentido se han entregado? Ellos se han entregado mutuamente su virginidad y el derecho de conservársela el uno al otro. 

María tenía el derecho de conservar la virginidad de José y José tenía el derecho de custodiar la virginidad de María. Ninguno de los dos puede disponer y toda la fidelidad de este matrimonio consiste en conservar la virginidad. 

San Agustín, considerando que San Mateo escribe la genealogía de los antepasados de Jesús a partir de José, descendiente de David, dice que Dios reconoce que fue un verdadero matrimonio; pues, de otra manera, nunca hubiera sido posible llamar a Jesús, hijo de José. Y dice: Jesús fue considerado en la genealogía de José para que los fieles no considerasen tan importante en el matrimonio la unión de los cuerpos, como para no creerse esposos sin esa unión corporal... 

Con este ejemplo, viene magníficamente enseñado a los fieles esposos que también, practicando la continencia de común acuerdo, el matrimonio puede permanecer como tal si se conserva el afecto, aunque no haya unión sexual. 

El Papa León XIII dijo en la encíclica Quamquam pluries de agosto de 1889: El matrimonio es la máxima sociedad y amistad, a la que por su naturaleza va unida la comunidad de bienes. Dios le ha dado José a María, no sólo como compañero de vida sino también como testigo de su virginidad. Y como decía Juan Pablo II: Precisamente, del matrimonio con María es de donde derivan para José su singular dignidad y sus derechos sobre Jesús. 

Es cierto que la dignidad de la Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; pero, porque entre la beatísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad... se sigue que Dios ha dado a José como esposo a la Virgen no sólo como compañero de vida, testigo de su virginidad, sino también para que participase por medio del pacto conyugal en la excelsa grandeza de ella. 

Su matrimonio era necesario para preservar a la Virgen de cualquier sospecha, mientras le llegase el momento de revelar el misterio del nacimiento de Jesús...  

María y José llevaron a su boda no sólo su voto de virginidad, sino también dos corazones llenos de un gran amor, más grande que cualquier otro amor que corazón humano haya podido nunca contener. Ninguna pareja de casados se ha querido nunca tanto... 

Como dijo el Papa León XIII: Su matrimonio fue consumado con Jesús. María y José se unieron con Jesús; María y José no pensaron más que en Jesús. Amor más profundo ni lo ha habido ni lo habrá ya nunca en esta tierra. 

San José renunció a la paternidad de la sangre, pero la encontró en el espíritu, porque fue padre adoptivo de Jesús. 

La Virgen renunció a la maternidad y la encontró en su propia virginidad15.


Fuente:

.- Redemptoris Custos 7.

.-  De nuptiis et concupiscentia 1, 12.

.- De consensu evangelistarum 2, 1; PL 34, 1074.

.-  RC 20.

.- Sheen Fulton, Nuestra Madre, Ed. Paulinas, Madrid, 1953, pp. 82-89.

 

Autor: P. Angel Peña O.A.R

No sólo María fue Virgen, también lo tuvo que ser San José

Virginidad de San José

San José debió hacer frente a todas las responsabilidades de una familia, Tuvo que guiar a la Sagrada Familia por el desierto con todos los peligros y con todo el esfuerzo que supone caminar veinte días hasta llegar a Egipto.

Dios puso al lado de María un compañero y un esposo fuerte y vigoroso para defenderla de todos los peligros y para ayudarla en todas sus necesidades. 

Un esposo, que debió trabajar mucho para poder sustentar una familia pobre, especialmente durante su estancia en Egipto, donde no tenían familiares.  

El padre Tomás Morales, fundador de los Cruzados de Santa María, afirma: "Aquí está San José: anchas espaldas para el trabajo, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito, cuidando de la Virgen y, sobre todo, de Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, adorar y en trabajar para ellos. Aquí está san José." 

"Él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret, en los cuatro o cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret y siempre relacionándose con todos." 

Por eso, desde los primeros siglos, varios santos Padres tuvieron que hablar de un San José joven. 

San Jerónimo defiende su virginidad en su escrito contra Helvidio: Tú dices que María no fue virgen; yo reivindico para mí aún más, a saber, que también el mismo José fue virgen por María, para que del consorcio virginal naciese el Hijo virgen. 

En el santo varón no hubo fornicación y no se ha escrito que haya tenido otra mujer. De María fue más bien custodio que marido; de donde se sigue haber permanecido virgen con María, quien mereció ser llamado padre del Señor. 

San Pedro Damián (1007-1072) escribió: No parece que fuese suficiente que sólo la Madre fuese virgen; es de fe de la Iglesia que también aquel que hizo las veces de padre ha sido virgen. 

Nuestro Redentor ama tanto la integridad del pudor florido, que no sólo nació de seno virginal, sino también quiso ser tocado por un padre virgen. 

Santo Tomás de Aquino dice: Se debe creer que José permaneció virgen, porque no está escrito que haya tenido otra mujer y la infidelidad no la podemos atribuir a tan santo personaje. 

Dice san Francisco de Sales (1567-1622): María y José habían hecho voto de virginidad para todo el tiempo de su vida y he aquí que Dios quiso que se uniesen por el vínculo del santo matrimonio, no para que se desdijeran y se arrepintieran de su voto, sino para que se confirmasen más y más y se animasen mutuamente juntos durante toda su vida. 

Muchos santos de peso creen que José había hecho voto de virginidad antes de casarse con María, pero lo que sí es cierto es que, a partir de su matrimonio con María, lo hizo para aceptar así la voluntad de Dios.


Fuente

 .Homilía del 2 de enero de 1985.

. Adversus Helvidium 19; PL 23, 213.

. Epístola 6 ad Nicolaum II; PL 145, 384.

. S. Theologica III, q. 28, a. 3.

. Pláticas espirituales, Ed. Balmes, Barcelona, 1952, plática XIX, p. 325.


Autor: P. Angel Peña O.A.R

San José como tu modelo de padre

La Sagrada Familia

Si en algún momento sentís que no sos un buen papá, un buen esposo. Si ves que tu familia se derrumba por los problemas, que ya no hay armonía en el hogar, que aquello que soñaste como familia se desmorona, cuando las peleas son continuas y se hace difícil volver a casa, entonces te digo que es un buen momento para pedirle ayuda a San José. Él sabe perfectamente de las dificultades que se presentan en una familia. conoce muy bien sobre ser papá de Jesús y esposo de la mujer más extraordinaria que ha existido y existe sobre la faz de la tierra. 

Por eso te invito a que conozcas un poco más sobre San José para que te de ánimo y recurras a él para que interceda por vos ante su hijo si lo necesitás:

Entonces decíamos que San José es padre adoptivo de Jesús y esposo de María.

Su grandeza está por encima de la de todos los santos y ángeles.

Después de María, es el santo más santo, el que más cerca ha estado de la divinidad. Él ha tocado con sus propias manos al Dios hecho carne y le ha podido decir de verdad: Tú eres mi hijo.

Todos sus privilegios y toda su dignidad le vienen de ser el esposo de María, padre de Jesús y, a la vez, de ser el hombre justo y bueno, a quien el Señor puso al frente de su familia. 

José es el hombre del silencio. No nos dice ni una palabra en el Evangelio. Pero, con su actitud callada y reservada, nos enseña a ser humildes y a cumplir calladamente y sin alardes nuestras obligaciones de cada día. 

Toda su vida estuvo al servicio de Jesús y de María. Y supo cumplir bien su misión. 

Por eso, Dios lo ha encumbrado por encima de todos los santos.


SAN JOSÉ EN ALGUNOS TEXTOS DE LA SAGRADA BIBLIA

San José teniendo en brazos a Jesús


Son poquísimos los textos bíblicos que hacen referencia a san José. Él es el administrador fiel y prudente a quien el amo pondrá al frente de su servidumbre para distribuir la ración a su debido tiempo (Lc 12, 42). Custodio del Señor, que será glorificado1(Prov 27, 18). 

El hombre fiel, que será alabado2 (Prov 28, 20). ¿Podríamos por ventura encontrar un hombre como éste, lleno del espíritu de Dios? (Gén 41, 38). Y Dios le dice: Te he hecho padre de muchos pueblos (Rom 4, 17)3. Eres un empleado fiel y cumplidor; pasa al banquete de tu Señor (Mt 25, 21.23). 

Una figura de San José es Noé, en cuanto que él acogió en el arca a la paloma portadora de una rama de olivo, que anunciaba el final del diluvio y la salvación de los hombres. Y San José, acogió a María, la mística paloma, que trae la salvación al mundo al dar a luz a Jesús.

Otra figura de San José en el Antiguo Testamento es Mardoqueo, del libro de Ester. 

Mardoqueo recibió un sueño de Dios en el que veía una fuentecilla, que se convertía en río de muchas aguas, y apareció una lucecita que se convirtió en sol (Est 11, 9). 

Esta fuentecilla, convertida en río caudaloso, y la luz convertida en sol era Ester, a quien el rey tomó por esposa, haciéndola reina (Est 10, 6). 

Ester había sido criada por Mardoqueo, que fue a pedirle que intercediese ante el rey, cuando Amán había decidido asesinar a todos los judíos del reino. Por su intercesión, el rey impidió el cumplimiento del decreto de destrucción. Amán fue ejecutado y Mardoqueo, por su fidelidad, fue nombrado el primero después del rey Asuero, muy considerado entre los judíos y amado de la muchedumbre de sus hermanos, pues buscó el bien de su pueblo y habló para el bien de su raza (Est 10, 3-4). 

Aquí la reina Ester es figura de María, que ha sido ensalzada por Dios como reina del universo y que ha colaborado en la obra de la salvación de todos los hombres. 

Mardoqueo es figura de José, que llega a ser el primero después del rey, es decir el virrey; el más importante después de Jesús, rey de reyes, y después de María, la reina.

Por otra parte, la mayoría de los autores citan como figura de San José a José, virrey de Egipto. Y aplican a San José el texto Gen 41, 55: Id a José y haced lo que él les diga. 

En tiempos de hambre, el faraón dirigía a los egipcios hacia José para que éste les distribuyese el trigo acumulado en tiempos de abundancia y les decía: Id a José. De la misma manera, Dios nos dice en nuestros problemas: Id a José. Y así como José fue virrey de Egipto y el más importante del reino después del faraón, así José es el virrey de la Iglesia, es decir, el santo más importante de todos.

San Bernardo (1090-1153) dice: Aquel José, vendido por la envidia de sus hermanos y llevado a Egipto, prefiguró la venta de Cristo: este José, huyendo de Herodes, llevó a Cristo a la tierra de Egipto. Aquel, guardando lealtad a su señor, no quiso consentir al mal intento de su señora; éste, reconociendo virgen a su Señora, Madre de su Señor, la guardó fidelísimamente, conservándose él mismo en castidad. 

San José con el niño Jesús en brazos


A aquél le fue dada la inteligencia de los misterios en sueños; éste mereció ser sabedor y participante de los misterios soberanos. Aquel reservó el trigo, no para sí, sino para el pueblo; éste recibió el pan vivo del cielo para guardarlo para sí y para todo el mundo. Sin duda, este José, con quien se desposó la Madre del salvador, fue un hombre bueno y fiel. 

El Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, al nombrar a San José patrono de la Iglesia universal, dijo: De modo parecido a como Dios puso al frente de toda la tierra de Egipto a aquel José, hijo del patriarca Jacob, a fin de que guardase trigo para el pueblo, así, al venir la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su Hijo unigénito Salvador del mundo, escogió a otro José, del cual el primero fue tipo o figura, a quien hizo amo y cabeza de su casa y de su posesión, y lo eligió como custodio de sus tesoros principales. 

De la misma manera, el Papa León XIII, en la encíclica Quamquam pluries, del 15 de agosto de 1889, dice: Está afianzada la opinión, en no pocos Padres de la Iglesia, concordando en ello la sagrada liturgia, que aquel antiguo José, nacido del patriarca Jacob, había esbozado la persona y los destinos de este nuestro José y que había mostrado con su esplendor, la magnitud del futuro custodio de la sagrada familia. 

Así lo interpretó también el Papa Pío XII al instituir la fiesta de San José obrero en 1955, a las palabras del Génesis 41, 55 (Id a José). Y esto mismo hizo el Papa Pablo VI. 

Muchos autores sagrados adjudican también a San José las siguientes palabras dirigidas a José virrey de Egipto: En cuanto a mi hijo José lo veo que crece, que no deja de crecer (Gén 49, 22). ¿Podríamos por ventura encontrar un hombre como éste lleno del Espíritu de Dios? Y dijo el faraón a José: Puesto que Dios te ha dado a conocer todas estas cosas, no hay nadie que sea tan inteligente y tan sabio como tú. Así pues, gobernarás mi casa y todo mi pueblo obedecerá tu voz... Y el faraón, quitándose el anillo, lo puso en el dedo de José y le hizo revestir con trajes de fino lino, y le puso en el cuello un collar de oro. Le hizo montar en el segundo de sus carros y todos gritaban ante él ¡De rodillas! (Gén 41, 38 ss.).


Fuente: En su mayoría el texto pertenece a las reflexiones del Padre Ángel Peña


Oraciones a San José en momentos de Tribulación

ORACIÓN DE LEÓN XIII A SAN JOSÉ PARA MOMENTO DE TRIBULACIÓN



A ti bienaventurado José acudimos en nuestra tribulación y después de implorar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido y por el paternal amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, providente custodio de la divina familia, a la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción, asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con tu perpetuo patrocinio para que, a ejemplo tuyo y sostenidos con tu auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna bienaventuranza. Amén

Novena a San José

Por la señal, etc.
Señor mío Jesucristo, etc.


ORACIÓN PREPARATORIA

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.


Pídase con fervor y confianza
la gracia que se desea obtener.


A continuación rezar la oración del día que corresponda:


DÍA 1º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús así como consolaste a tu padre amado en las perplejidades e incertidumbres que tuvo, dudando si abandonar a tu Santísima Madre su esposa, así te suplicamos humildemente por intercesión de San José nos concedas mucha prudencia y acierto en todos los casos dudosos y angustias de nuestra vida, para que siempre acertemos con tu santísima voluntad.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 2º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días. 

Oh benignísimo Jesús, así como consolaste a tu padre amado en la pobreza y desamparo de Belén, con tu nacimiento, y con los cánticos de los Ángeles y visitas de los pastores, así también te suplicamos humildemente por intercesión de San José, que nos concedas llevar con paciencia nuestra pobreza y desamparo en esta vida, y que alegres nuestro espíritu con tu presencia y tu gracia, y la esperanza de la gloria.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA 3º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús, así como consolaste a tu amado padre en el doloroso misterio de la Circuncisión, recibiendo de él el dulce nombre de Jesús, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, nos concedas pronunciar siempre con amor y respeto tu santísimo nombre, llevarlo en el corazón, honrarlo en la vida, y profesar con obras y palabras que tú fuiste nuestro Salvador y Jesús.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 4º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús, así como consolaste a tu padre amado de la pena que le causó la profecía de Simeón, mostrándole el innumerable coro de los Santos, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José que nos concedas la gracia de ser de aquellos para quienes tu sirves, no de ruina, sino de resurrección, y que correspondamos fielmente a tu gracia para que vayamos a tu gloria.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 5º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús, así como tu amado padre te condujo de Belén a Egipto para librarte del tirano Herodes, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, que nos libres de los que quieren dañar nuestras almas o nuestros cuerpos, nos des fortaleza y salvación en nuestras persecuciones, y en medio del destierro de esta vida nos protejas hasta que volemos a la patria celestial.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 6º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús así como tu padre amado te sustentó en Nazaret, y en cambio tú le premiaste en tu santísima compañía tantos años, con tu doctrina y tu dulce conversación, así te rogamos humildemente, por intercesión de San José nos concedas el sustento espiritual de tu gracia, y de tu santa comunión, y que vivamos santa y modestamente, como tú en Nazaret.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 7º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús, así como por seguir la voluntad de tu padre celestial permitiste que tu amado padre en la tierra padeciese el vehementísimo dolor de perderte por tres días, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, que antes queramos perder todas las cosas y disgustar a cualquier amigo, que dejar de hacer tu voluntad; que jamás te perdamos a ti por el pecado mortal, o que si por desgracia te perdiésemos te hallemos mediante una buena confesión.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 8º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús, que en la hora de su muerte consolaste a tu glorioso padre, asistiendo juntamente con tu Madre su esposa a su última agonía, te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, que nos concedas una muerte semejante a la suya asistido de tu bondad, de tu Santísima Madre y del mismo glorioso Patriarca protector de los moribundos, pronunciando al morir vuestros santísimos nombres, Jesús, María y José.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).

DÍA 9º

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Oh benignísimo Jesús, así como has elegido por medio de tu Vicario en la tierra a tu amado padre para protector de tu Santa Iglesia Católica, así te suplicamos humildemente por intercesión de San José, nos concedas el que seamos verdaderos y sinceros católicos, que profesemos sin error la fe católica, que vivamos sin miedo una vida digna de la fe que profesamos, y que jamás puedan los enemigos ni aterrarnos con persecuciones, ni con engaños seducirnos y apartamos de la única y verdadera religión que es la Católica.

Terminar con la oración final para todos los días (al final del 9º día).



ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús, José y María, os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Antífona: Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración: Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneremos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.



El misterio de la Escalera de San José

El Misterio sin resolver que envuelve a la Escalera de San José

En 1877 un desconocido carpintero construyó una escalera “caracol” en una capilla de las Hermanas de Loreto en Nuevo México.

Y desde ese momento de ha transformado en un misterio indescifrable.



La escalera da dos giros completos de 360º.
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Tiene 33 escalones.
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Se balancea como un resorte.
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No tiene un centro definido.
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El carpintero no usó clavos y no se sabe de donde provino la madera.
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Y lo más intrigante: el carpintero apareció imprevistamente y luego desapareció de la misma forma.

Los técnicos se maravillan de los principios utilizados en la construcción.

Y la leyenda es que la construyó el propio San José.

Primero porque las hermanas pusieron la construcción de la Capilla bajo la protección de San José.

Y segundo porque el carpintero desconocido se presentó a la Capilla luego que las hermanas habían terminado una Novena pidiendo a San José la construcción de la escalera que faltaba.

Los arquitectos del momento no habían podido arreglar de manera fácil el acceso de la planta del templo al coro. 




LA PREPARACIÓN PARA EL MILAGRO

La bandera de Estados Unidos ondeo por primera vez en la ciudad de Santa Fe en agosto de 1846 cuando capturaron pacíficamente la ciudad al gobierno de México.

La fe había florecido en Nuevo México en los últimos 300 años debido a los misioneros.

Pero la falta de sacerdotes había creado un vacío y la Iglesia estaba en ruinas.

Principalmente porque los franciscanos se habían retirado en 1830.

Y habían dejado solo unos pocos sacerdotes nativos para ministrar a miles de mexicanos.

Fue así que en 1850 el papa Pío IX creó el vicariato de Nuevo México.

Y puso al frente de la misma al padre Jean Bautiste Lamy que en ese momento servía en Kentucky, pero era originario de Francia.

De modo que Nuevo México, que incluía Colorado y Arizona en ese momento, estaba bajo la jurisdicción directa del Papa.

El padre Lamy era un francés de unos 35 años de carácter suave y bien versado en la doctrina.
Tenía un gran celo por la salvación de las almas.

Y lucho durante años con enorme dificultad, que el mismo expresó así,

“Las principales dificultades de nuestras misiones son, primero, atravesar las inmensas llanuras que nos aíslan del resto de los Estados Unidos…

Tenemos que viajar trescientas leguas (1450 kms) sin encontrar en nuestro camino una cabaña o incluso un puente sobre los ríos, y siempre estamos expuestos a las flechas de los indios.

Rara vez estos salvajes no atacan a las caravanas, a veces muy grandes”.

A pesar de ello Lamy recorría a caballo las montañas y desiertos, expuesto a los indios Apaches, Comanches y Kiowas.

En un informe de su visita pastoral de 6 meses a Arizona él dijo,

“Viajé más de mil leguas (4800 kms) a caballo"

"En algunos lugares tuvimos que dormir bajo la luna y viajar de veinte a veinticinco leguas sin una gota de agua, caminando para descansar mi caballo…

El día de Navidad pudimos celebrar el Santo Sacrificio, donde asistieron de veinte a veinticinco personas arrodilladas en el suelo aún cubierto de nieve, que había caído el día anterior.

Estábamos en la ladera de una montaña, rodeados de bosques de robles y piñones, hojas de plata y cedros…

En ese momento sólo había dos chozas miserables.

Hoy encontrarás en este lugar la capital de Arizona”.

En el informe destacó la fe ardiente de los mexicanos, sobre todo por la sagrada eucaristía y su devoción por la Santísima Virgen.

Eran gente pobre, la mayoría granjeros y pastores, y de familias numerosas, porque los mexicanos consideraban que cuanto más niños tenían más ricos eran.

Durante su apostolado obtuvo la ayuda del padre Pierre de Smet un jesuita que tenía experiencia en el trato con los indios.

Posteriormente el Papa Pío IX crearía la diócesis de Santa Fe y nombraría al padre Lamy como su Obispo.

Y en 1875 la diócesis pasaría a ser arquidiócesis y el padre Lamy obtendría el rango de arzobispo.

Pero previo a eso el Padre Lamy se interesó en traer educadoras para su zona.

La historia de la Capilla de Loreto comenzó en ese momento.
  

EL COMIENZO DE LA HISTORIA DE LA CAPILLA DE LORETO

El Obispo Lamy, tratando de propagar la fe y llevar un sistema educativo a este nuevo territorio, comenzó a escribir cartas de petición a sacerdotes, hermanos y monjas para buscar misioneros para predicar y enseñar.

En 1852, respondiendo a la invitación del obispo, siete hermanas de la comunidad de “Hermanas de Loreto al pie de la Cruz” partieron de su casa madre en Kentucky, Estados Unidos, para fundar un nuevo convento dedicado a educar niñas.

Las misioneras no sabían español y navegaron por el río Mississippi hasta Independence, Missouri.

Allí una de las hermanas se enfermó y tuvo que regresar a Kentucky.

Las restantes continuaron el largo viaje en carreta tirada por caballos. 

En una de las paradas para pasar la noche en las planicies de Kansas, una banda de indios a caballo rodearon el pequeño campamento.
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Misteriosamente, se retiraron sin causar ningún daño.
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Sin duda las hermanas habían rezado fervorosamente.

Pero esa misma noche una de las hermanas murió (¿del susto?) y fue enterrada allí en una tumba sin marcar.

Después de varios meses de viaje, las cinco hermanas llegaron a Santa Fe e inmediatamente se establecieron en el centro del pueblo

Santa Fe en aquel tiempo era una pequeña villa habitada principalmente por indios y mexicanos.

Llevaban 20 años enseñando en la escuela cuando en 1873 el obispo sugirió que construyeran una capilla.

La obra, al estilo de la Sainte Chapelle de París, tardó casi cinco años en construirse y le llamaron “Nuestra Señora de la Luz”.

Cuando estaba ya casi terminada, le avisaron a Magdalene, la madre superiora, que, por un error del diseño, no había acceso al coro.

El arquitecto, P. Mouly, había planeado conectar el coro con el segundo piso del convento pero nunca se hizo.

No se podía poner una escalera convencional porque tomaría demasiado espacio de la capilla.
 
Según la leyenda, para resolver el problema, las hermanas ofrecieron una novena a San José.

El último día de la novena, un señor canoso llegó montado en un borrico a la puerta del convento.

Traía un baúl con herramientas y se ofreció a construir la escalera pero con una condición: la superiora no debía jamás revelar su nombre.

La madre Magdalene aceptó y mandó a sus hermanas a no hablar con el caballero.
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Las hermanas observaron con asombro el avance de la obra.

Una vez terminada, cuando iban a festejar con el gentil carpintero, este desapareció sin cobrar por su maravilloso trabajo.

Pronto comenzaron a circular comentarios de que San José había construido la escalera para las hermanas.



La Milagrosa Escalera se estima que fue construida entre 1877 y 1881.

Le tomó al menos seis meses al carpintero para construirla, y tiene dos vueltas de 360 grados sin medios visibles de apoyo.

Arquitectos, carpinteros, y demás gente se preguntó exactamente quién es el artesano.
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Y donde había comprado sus materiales.
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Cada depósito de madera en Nuevo México fue abordado y cuestionado, pero hasta hoy nadie ha podido encontrar una factura.

Nadie ha encontrado el nombre del genio que construyó la escalera de la buhardilla.

Muchos están de acuerdo que la madera utilizada en la escalera era ajena a los Estados Unidos.

Los visitantes de Oriente Medio han afirmado que la madera utilizada, les pertenece a ellos.

Nadie ha sido capaz de identificar el tipo de madera.

Hay quienes dicen que es de abeto, el árbol más común de Navidad. Pero no una variedad que crece en esa zona.

La escalera tiene mas de 6 metros y medio de alto.

Y tiene treinta y tres escalones que forman dos vueltas circulares completas de 360 grados cada una, sin la ayuda del centro.

No hay absolutamente ningún clavo.

Una de las cosas más desconcertantes sobre la escalera, sin embargo, es la perfección de las curvas de los largueros.

La madera se corta y empalma a lo largo de los lados de los largueros con nueve empalmes en el exterior y siete en el interior, cada uno encajado con la mayor precisión.

Cada pieza es perfectamente curvada.

La escalera en primer plano


¿Cómo hizo esto en la década de 1870 un hombre con sólo las herramientas más primitivas?
Es inexplicable para los arquitectos modernos. 

Profesionales de todo el mundo han venido a ver esta obra maestra, y no dejan de maravillarse ante su fortaleza y belleza.

Los escalones fueron utilizados cada día por más de ochenta y cinco años.

Cuando uno se sube a cada escalón, tiene una sensación de movimiento vertical, como si la escalera fuera un resorte en espiral de gran tamaño.
Se dice que esta elasticidad es una parte del secreto de su creador.

La Iglesia no tiene una posición oficial respecto a la misteriosa escalera.

En la secuela del Concilio Vaticano II, las vocaciones religiosas se redujeron y las “hermanas” de Loreto vendieron la totalidad de los terrenos de la Academia, incluyendo la capilla milagrosa, a un promotor inmobiliario comercial.

En el momento de la venta en 1971, la capilla Nuestra Señora de la Luz fue desconsagrada informalmente como una capilla católica.

Afortunadamente, sin embargo, hubo una protesta de personas devotas de Santa Fe, entre ellos muchos de los ex alumnos de la Academia para que la capilla con las escaleras milagrosa fuera preservada como un monumento nacional.

La Capilla de Loreto es ahora un museo privado operado y mantenido, en parte, para la preservación de la Milagrosa escalera y la propia capilla.

La Capilla de Loreto de frente


Y en este momento la capilla funciona como museo y se puede alquilar para bodas.
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Pero los actuales propietarios están dispuestos a venderla a alguien que esté dispuesto a usarla de nuevo para misas católicas.