Mostrando entradas con la etiqueta Virgen de Luján. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Virgen de Luján. Mostrar todas las entradas

La Virgen María quiso quedarse en Luján: la verdadera historia

La verdadera historia de la decisión de la Virgen de quedarse en Luján.

Virgen de Luján


Todo empieza con dos misteriosas cajas. 

En pleno siglo XVII, el estanciero portugués Antonio Farías de Saá, que se encontraba en la actual provincia de Santiago del Estero, le envió una nota a un coterráneo para encargarle una imagen de la Inmaculada Concepción: quería colocarla en una capilla que estaba fabricando. 

Tras recibir la carta, el capitán de navío Andrea Juan pensó en remitir a su amigo dos imágenes para que eligiera a su gusto. Por ello, mandó a hacer dos estatuitas de barro cocido de la Virgen, de 38 centímetros. Teniendo en cuenta que eran frágiles y para asegurar que llegaran bien, las embaló cuidadosamente por separado y luego las colocó en sendos cajones de madera. 

Réplica de la Virgen de Luján de 1630


Entre el contingente que transportaba en marzo de 1630 las dos estatuitas desde Brasil, se encontraba el esclavo Manuel Costa de los Ríos, un africano traído como mano de obra. 

Ya en Buenos Aires, el capitán Andrea Juan decidió emprender el viaje hacia el norte para entregarle personalmente las imágenes a Farías de Saá. 

Luego de tres días de viaje, los hombres decidieron descansar en un paraje de Zelaya, a cinco leguas de la actual ciudad de Luján, y pasaron la noche en la estancia de don Rosendo de Trigueros. 

Al día siguiente, cuando el grupo liderado por Andrea Juan decidió proseguir el viaje, los bueyes no podian avanzar. 

Como el carretón no se movía de las inmediaciones del río Luján  los vecinos ofrecieron otros bueyes para solucionar el problema, pensando que el inconveniente era por el sinuoso camino.

Carretón donde era llevada la Virgen


Sin embargo la carreta no arrancaba de ninguna forma, por más que tiraban los bueyes no podían moverlo ni un paso, entonces el “Negro” Manuel, con buen criterio, propuso reacomodar los cajones. Para ello bajó una de las imágenes que tenía la tez trigueña, y que llevaba un vestido pintado de rojo y un manto azul con estrellas blancas y cuello dorado. 

Sin que mediara ninguna orden, los bueyes comenzaron a marchar. “Es un milagro”, dijeron los presentes. Manuel (sin duda la Virgen puso en el corazón de ese esclavo su deseo de quedarse) interpretó este hecho como una señal de la Virgen, por lo que la imagen debía permanecer allí. 

Pero ¿Cómo era la historia del esclavo Manuel?

El negro Manuel nació en 1604 en Cabo Verde (ciudad hoy llamada Dakar), zona tórrida y occidental de África, y en ese tiempo colonia portuguesa. 

A los 25 años, cuando Manuel gozaba de su plena libertad, fue apresado en un reclutamiento de negros llevado a cabo a finales del año 1629 por mercaderes sin conciencia y al margen de toda ley, y conducido a las naves ancladas en el puerto de Cabo Verde, para ser vendido como esclavo en el Brasil. 

Llegó al puerto de Pernambuco después de una travesía de 30 días. Al atracar la nave los negros fueron llevados a la plaza pública, y allí puestos a la venta. 

Un capitán de navío llamado Andrea Juan lo compró para su servicio. 

Dotado de una clara inteligencia y de un corazón humilde, aprendió muy pronto las verdades de la Fe y fue bautizado quizás entre los días de Navidad y Año Nuevo, y a los pocos días recibió la comunión. Como era de corazón ingenuo y de alma pura e inocente, todas las cosas de la religión le producían una gran impresión. 

El negro Manuel deja Brasil en enero de 1630 rumbo al Puerto de Santa María de los Buenos Aires, en el barco del capitán Andrea Juan. El llevaba en su barco dos imágenes de la Virgen María para su amigo Antonio Farías de Sáa.

El esclavo Manuel de rodillas frente a la imagen de la Virgen


Siguiendo con la historia...

Abrieron el cajón y encontraron una bella imagen de la Virgen en su advocación de la Purísima Concepción.

De inmediato los arrieros la veneraron y luego, en devota procesión, llevaron la imagen a la casa de la estancia de Rosendo donde sus dueños le levantaron un humilde altar. Desde luego los arrieros entendieron que era una particular disposición del Cielo que la imagen de la Virgen encerrada en tal cajón se quedase en aquel paraje, como en efecto se quedó.

Mientras tanto el otro cajón con la otra Virgen siguió viaje hacia Santiago del Estero. 

Como a partir de ese momento los vecinos comenzaron a venerar a la Virgen en ese lugar, Manuel fue el encargado de construir una pequeña capilla de adobe y paja, cuya réplica se observa en el predio de Zelaya. 

Primera Capilla a la Virgen de Luján en Zelaya

La familia de Don Rosendo entendió desde un principio lo que ocurría allí, por lo que rápidamente decidieron construir un lugar de veneración de la imagen. 

La Capilla de la Virgen estaría lista a mediados de 1633 y se abriría a numerosos peregrinos que allí acudían, atraídos por las gracias que la Virgen Santísima dispensaba a sus devotos. 

Su construcción sería muy rústica y no pasaría de un modesto rancho, con paredes de barro, techo de paja y piso natural de tierra, y por todo lujo un revoque de blanqueo. 

El pequeño altar tendría una sencillez primitiva y un poco más arriba estaría colocada la Santa Imagen. 

El lugar era conocido como La Capilla o Ermita de Rosendo. Y Rosendo dedicó al negro Manuel al culto de la imagen, quien cuidaba de la lámpara de la Señora, que incesantemente ardía. 

Manuel dedicaba su vida al cuidado en el aseo y decencia de su altarcito: él nunca dejaba a su Imagen sin luz ardiente. A Ella había sido donado como esclavo, y él entendía perfectamente lo que importaba tal donación, y se reconocía como verdadero y exclusivo esclavo de la Virgen.

Por cuarenta años los lugareños visitaron a la Virgen en la precaria Capilla del Milagro, en la que el “Negro” Manuel permanecía día y noche. “Yo soy de la Virgen nomás”, repetía. 

El milagro de primer traslado de la Virgen...

Con el tiempo, una dama de la zona, la señora Ana de Matos, compró la capilla con la Virgen. 

Mientras se construía otra más amplia, la imagen de barro permaneció en un oratorio, al que cada vez se acercaban más devotos. 

Inicialmente se trasladó la imagen dejando al negro Manuel en la estancia de Rosendo, desconociéndose el motivo por el que se separó a Manuel de quien era su ama.

El traslado de la Virgen a la capilla de doña Ana fue intrincado: 

Cuando Doña Ana fue a buscar a la Virgen a la mañana siguiente al dormitorio de su casa donde la había instalado, se encontró con la sorpresa de que no estaba allí. Desesperada por no poder encontrar a tan preciado tesoro, y luego de revolver cielo y tierra, se dirige desconsolada a la Estancia de Rosendo, donde encuentra la imagen en el viejo altar. Vuelve entonces a llevar la imagen a su casa, y la vigilan con más cuidado esta vez. Y María vuelve a traslocarse milagrosamente, desapareciendo de allí para aparecer a varios kilómetros del lugar, en su antiguo altar otra vez donde estaba Manuel.

Fueron tantos los intentos fallidos, que pensaron que Manuel era el responsable de la desaparición y lo estacaron en el piso. Pero, a pesar de ello, la imagen seguía regresando a la primera capilla. 

Entonces, como última medida, la señora Matos tomó la decisión de comprar al “Negro” Manuel. Desde ese momento, la Virgen no desapareció más.

La tradición cuenta además que Manuel notaba la ausencia de la imagen por la noche y que la encontraba a la mañana siguiente, cubierta algunas veces con rocío, otras con polvo y barro, o con abrojos y cadillos en su manto y vestido. 

El sacerdote Felipe José Maqueda dice en su adaptación de la historia de la devoción a Nuestra Señora de Luján, publicada en 1812, que Manuel le hablaba así a la Virgen: “Señora mía, ¿qué necesidad tenéis Vos de salir de casa para remediar cualquiera necesidad siendo tan poderosa? ¿Como Vos sois tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando véis que os tratan tan mal?”. 

A raíz de su participación en estos sucesos, la Congregación para las Causas de los Santos, en la causa de beatificación iniciada en la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, reconoció a Manuel Costas de los Ríos, más conocido como el “Negro” Manuel, como Siervo de Dios.

La vertiente de agua milagrosa 

¿Qué fue de la otra imagen de la Virgen enviada por el capitán de navío Andrea Juan? 

Cumplió su cometido: llegó a Sumampa tal cual como había pedido el estanciero Farías de Saá. Esta imagen, que se diferencia de la de Luján en que la Virgen carga en sus brazos al Niño Jesús, fue declarada la patrona de Santiago del Estero. 

Virgen de la Consolación de Sumampa Patrona de Santiago del Estero


También es patrona de los transportistas, en alusión al largo viaje que recorrió desde Brasil hasta la localidad de Sumampa en distintos medios de transporte marítimo y terrestre, y hasta a lomo de mula.

La Virgen de Luján, que antes de ser consagrada como Nuestra Señora de Luján era para todos la Virgen Estanciera o la Patroncita Morena, tuvo muchos años después otra capilla. 

En 1970, fray Gabriel Marullo, un sacerdote italiano, construyó con la ayuda de los vecinos de la localidad de Zelaya una capilla muy sencilla, con el techo de chapa. Allí se encuentra una vertiente de agua a la que los devotos atribuyen propiedades milagrosas; gracias a una bomba, la recolectan en botellas recicladas. 

Esta capilla está enmarcada por muchas imágenes Marianas, una importante imagen del “Negro” Manuel y bancos para que descansen los peregrinos. 

Durante el día, hay voluntarios que reciben a los pocos visitantes que se acercan, les ofrecen “agua milagrosa” para beber y sanar el cuerpo, mientras relatan la antigua historia a los interesados. 

A unos cien metros, dentro del extenso predio, se encuentra una reconstrucción de la capilla de adobe y paja donde hace casi 400 años sucedió el milagro.

Cerca de ella, hay una réplica de la carreta del siglo XVII en la que se trasladaron los dos cajones con las dos imágenes.

Carreta dónde llevaban a la Virgen


 En otro sector, se erigió una ermita dedicada a la Virgen, la melliza de Sumampa.

Nacimiento de la ciudad de Luján como devoción a María

El nuevo lugar de residencia de la imagen, la casa de Doña Ana de Matos, quedaba en lo que actualmente es la Ciudad de Luján. 

El 2 de octubre de 1682 Doña Ana dona tierras a la Virgen de Luján.

Ana de Matos hace la donación de todo el sitio para la construcción de la capilla con la condición de que dicha Imagen ha de estar perpetuamente en dichas tierras y en caso contrario queda anulada la donación, debiendo ser entregada la Imagen a los herederos, por haberla ella adquirido con su dinero. 

Con esta donación Ana de Matos convertía realmente en oficial y pública la Capilla de Nuestra Señora, al pasar al dominio de la Iglesia y a sus autoridades la posesión de ese lugar sagrado, y también con esa entrega daba origen y fundamento a la verdadera fundación de la actual Ciudad de Luján.

Los signos de santidad del negro Manuel y su amor a la Virgen

Uno de los más famosos milagros obrados por la Virgen a través del negro Manuel y fue la curación del Padre Pedro Montalbo. 

Sucedió en el año 1684: el Padre Montalbo enfermó gravemente de unos ahogos asmáticos.

Afligido por su enfermedad fue en un carretón a hacer una novena a la Virgen de Luján en los días de su fiesta patronal. 

Cuando estaba como a una legua de Luján tuvo un accidente que lo dejó medio muerto, y así llegó a las puertas de la capilla. Salió el negro Manuel y ungiéndole el pecho con el aceite de la lámpara de la Virgen, volvió en sí. 

Mientras tiernamente lo consolaba, le decía el negrito Manuel: "La Virgen Santísima lo quiere para que sea su Capellán".  Así surgió el primer Capellán de María en Luján. 

Con el proyecto de levantar un templo más digno de la veneración que merecía la Virgen, el negro Manuel acumulaba las ofrendas que traían los devotos peregrinos y andaba por las estancias y aun por los pagos distantes, pidiendo limosnas para la construcción del Santuario. 

A su muerte se le hallaron $14.000 de las limosnas, que los devotos le habían entregado. 

El negro Manuel, respetado por todos como un patriarca, reunía en la ermita a todos los peregrinos y rezaba junto con ellos el Santo Rosario. 

Luego, en un lenguaje lleno de humilde simplicidad, daba a entender a los peregrinos que venían atraídos por los favores que obraba la Virgen, que pusiesen toda su confianza en Ella. Que teniéndola por intercesora con su Divino Hijo, seguros alcanzarían las gracias que necesitaran. 

Y cuando todos se retiraban, el negro Manuel se quedaba orando sólo hasta altas horas de la noche. 

Manuel continuó con su servicio a María hasta la ancianidad. Hallándose en la última enfermedad dijo un día a los presentes: "Mi Ama, la Santísima Virgen, me ha revelado que he de morir un viernes y que al sábado siguiente me llevará a la Gloria". 

Y en efecto, así sucedió. Su muerte sucedió en 1686, en el día que había dicho, y se puede creer que se verificó por entero su profecía: su alma bendita fue llevada al Cielo para poder gozar allí de la Virgen María, cuya venerable imagen tanto había amado y cuidado en la tierra. 

Murió en olor de santidad, por cuyo motivo es tradición que su cuerpo fue sepultado detrás del altar Mayor del Santuario del Capellán Montalbo, descansando a los pies de su Ama. 

De este modo el negro Manuel nos reveló, como otras veces, que María se comunicaba con él. No nos debe sorprender este don concedido a su alma, ya que siempre sucede de este modo con quienes aman a Dios hasta el límite. 

Milagros después de su muerte...

Cuando Don Juan de Lezica había sido encargado por Doña Ana para la construcción del nuevo templo de Luján, aproximadamente en el año 1757, tuvo problemas por la falta de arena gruesa, de tal modo que la obra se veía retrasada. En esta situación un negro, que sin dudas fue Manuel, se le apareció y le aseguró que a pocos pasos de allí había arena en un campo. 

Juan de Lezica lo encontró en el lugar señalado, que jamás nadie había sabido que existiese. El hallazgo se tuvo por milagroso, ya que todos sabían que el negro Manuel no podía estar ajeno a la obra del nuevo Templo.