El momento de la muerte de una persona es tan importante como su nacimiento, porque ambos dan inicio a la vida. El nacimiento de la persona da inicio a la vida en este mundo y la muerte da inicio a su vida eterna.
Es un momento difícil, porque la persona tiene que desprenderse de la vida en la Tierra, muchas veces en medio de mucho dolor físico e incluso con sus capacidades físicas muy disminuidas .
Sumado a esto la persona tiene que separarse de sus seres queridos y de todo lo que amó aquí. Un verdadero desprendimiento absoluto.
Pero en este pasaje, de la vida en este mundo a la otra vida, la persona no está sola, aunque no la acompañe ningún familiar o amigo vivo. Porque baja, hasta el lecho de su muerte, el auxilio celestial para acompañarlo en ese pasaje.
Su ángel de la Guarda está con ella, también los santos por los que tuvo devoción, las personas por las que oró y que ya murieron, la Santísima Virgen, San José, Jesucristo.
Aquí hablaremos sobre la visión que Jesús le dio a Catalina
Rivas sobre los hechos sobrenaturales que sucedieron cuando la muerte de la
madre Catalina, quienes se hicieron presentes y qué tareas cumplieron.
Y también hablaremos sobre la visión que le dio, sobre los
sucesos sobrenaturales alrededor de una persona, que se negó a recibir el apoyo
del cielo.
La tradición y los testimonios de místicos muestran que el
otro mundo, el de la vida eterna, está junto a nosotros, pero como en otra
dimensión.
Por ejemplo, cuando la Virgen de Fátima llevó a los
pastorcitos al infierno se abrió un agujero en el suelo y pasaron al infierno.
Y cuando María, Jesús o un ángel han llevado a distintas
personas a ver el cielo o el purgatorio, ingresaron inmediatamente desde donde
estaban parados.
Por eso se habla como que se descorre un velo, o que hay una
puerta transparente que permite pasar para el otro lado, o un lago que hay que
vadear.
Y Jesús dirá que el Reino de los Cielos está entre nosotros.
Cuando la persona pasa al otro lado ya no hay retorno, salvo
en los casos de experiencias cercanas a la muerte.
Y en los casos de la muerte sin retorno, se han
experimentado algunas cosas, como que la apertura del velo para pasar a la otra
vida parece que es un proceso.
Que el moribundo presiente su fin desde un tiempo antes.
Que hay personas que vienen a buscar al moribundo:
familiares, Santos, la Virgen María, Jesús, San José, Ángeles, etc.
Y testigos que han estado en el momento de la muerte de otra
persona han sentido la apertura del velo para que el moribundo pase a la otra
vida.
Y hasta experimentado el calor del alma saliendo del cuerpo
y los aromas que llegan del cielo.
Por ejemplo el Dr. Reggie Anderson cuenta que mientras
sostenía las manos de una mujer que acababa de morir, sintió el calor de su
alma pasando por su mejilla cuando salió de su cuerpo.
Olió una fragancia de lilas, cítricos, cedro y olor a pan
recién horneado, vio luminosidades, colores surrealistas y sonidos que no son
de la Tierra, y el clima de la habitación se hizo más caliente.
A la mística boliviana Catalina Rivas Jesús le pasó como en
una película las cosas sobrenaturales que sucedieron durante la muerte de su
madre, 10 días después de la muerte.
Vio que en la habitación estaba San José, San Antonio de
Padua, Santa Rosa de Lima, Santo Domingo de Guzmán y San Silvestre
Detrás de la cabecera de la cama estaba Leopoldo, el Ángel
de la Guarda de su madre, que describió como un jovencito muy hermoso, que
parecía estar en oración de rodillas, mientras acariciaba la cabeza de la
moribunda.
También había otras mujeres y hombres más, jóvenes y viejos,
eran como unas cuarenta personas, todas orando.
Mientras un joven, vestido con alba blanca, llevaba una pequeña
fuente dorada, introducía una mano en ella y sacaba humo, echándolo hacia
arriba como incienso.
Con ello parecía evitar que se acercaran unas sombras
oscuras, que se veían como alejadas del dormitorio.
El joven movía los labios como rezando algo, echando al aire
ese humo, dando vueltas alrededor de toda la gente que rodeaba la cama.
Jesús le explicó que esas personas eran sus santos
protectores y aquellas almas que ella había ayudado a salvar con su oración y
sus sufrimientos, y aunque ella no las conocía, vinieron para acompañar su
tránsito.
De repente la moribunda abrió los ojos maravillada, como
contemplando algo que no podía expresar, y mientras rezaba decía,
«Tengo que irme», moviendo las piernas como para caminar y
también decía «no me detengan».
También observó Catalina Rivas que hacia el lado izquierdo
de de su madre empezaba a llegar otro grupo de gente, y pudo reconocer la
figura de su padre, una de sus abuelas, una tía que vivió con ellos, y otras
personas cuyos rostros no alcanzaba a ver claramente.
Frente a ella se encendió una luz y vio acercarse, como
bajando a la altura del techo, un coro de ángeles que cantaban.
Conformaban dos hileras y al llegar se separaron para rodear
el lugar.
Todo era muy solemne.
Y en un momento su madre dijo como dirigiéndose a las
personas que venían a acompañar su tránsito,
«¡Esperen, tengo que ver primero a la Virgen!».
Catalina le pasó el cuadro de María Auxiliadora para que
mirase a la Virgen, pensando que era eso lo que quería ver, pero ella miraba
por encima del cuadro.
Parecía que no veía ya las cosas de este mundo, sino todo lo
del más allá
Y de pronto dijo, «Ahí la veo, ahí está. Debemos pedir el
perdón a la Virgen».
En ese momento Catalina vio que la Virgen bajaba del cielo,
y se situó a los pies de su madre suspendida en el aire, extendiendo las manos
hacia ella.
La Virgen llevaba en uno de los brazos un vestido blanco.
Su madre extendió la mano como para recibir algo o tocar
algo, y la Virgen le tomó la mano.
Perdió el conocimiento, y en menos de un minuto expiró.
Catalina pensó que ahí había terminado todo, pero
inmediatamente contempló el instante en el que se irguió el alma de su madre,
separándose de su cuerpo.
Se dirigió hacia la Virgen, que en ese momento le presentó
el traje blanco con las dos manos, e inmediatamente su madre apareció vestida
con ese traje.
La Virgen tenía mucha dulzura en Su expresión, sonreía y
tomó a su madre abrazándola, ella apoyó su cabeza sobre el hombro de la Virgen
y ascendieron juntas, con todo el séquito de personajes que acompañaban la
escena.
La habitación quedó casi vacía, San José les dirigió una
mirada, tocó la mano de San Silvestre y éste les impartió la bendición a todos,
se dio vuelta y salió, seguido por San José.
Y entonces Jesús le pidió a Catalina que contara al mundo lo
que vio, para que se valoren las gracias que brinda estar junto a un moribundo
que parte, auxiliado por el cielo.
Le dijo que el recogimiento debe ser absoluto, porque parte
del cielo se encuentra en ese recinto, es el momento en el que Dios visita ese
lugar.
Y más adelante le mostró la muerte de otra persona.
Vio una habitación de hospital con un hombre de entre 50 y
65 años y a varias personas que vigilaban al moribundo, algunas lloraban.
Todos sabían que el hombre se estaba muriendo, y mientras su
cuerpo se retorcía de dolor, salía de su boca un grito desesperado de rebeldía
ante la muerte inminente.
Gritaba enojado, «¿Por qué me estoy muriendo…? ¿Cómo pudo
Dios dejarme morir…? Haz algo… ¡No quiero morir!».
Se podía ver su lucha, su sufrimiento, su falta de paz,
mientras las personas que lo rodeaban no estaban haciendo nada para calmar su
alma, y otras personas que estaban en el pasillo exterior bebían, fumaban,
reían y charlaban; nadie rezaba.
Entonces vio llegar a una monja, que Jesús le dijo que era
enviada por Su Madre.
Sus manos estaban juntas en oración y brotaban lágrimas de
sus ojos.
Junto al moribundo estaba su ángel de la guarda con una
expresión muy triste en el rostro, se cubría la cara con una mano y sostenía al
moribundo con la otra.
En un momento el ángel se puso de pie y con sus manos trató
de ahuyentar a los malos espíritus, que se acercaban al hombre en gran número.
Tenían cabezas de ciervos, osos y caballos, y sus cuerpos
estaban horriblemente deformados.
Luego una monja entró en la habitación, se paró junto a la
cama y tomó la mano del moribundo.
Ella quería darle una imagen sagrada, pero el hombre levantó
las manos en señal de negación.
Insistió, pero el moribundo se negaba a recibir ayuda.
La monja salió muy triste de la habitación y comenzó a rezar
el rosario en el corredor.
Mientras la gente que la miraba se reía y se burlaba de
ella.
Eran totalmente inconscientes de la importancia de la
oración en este momento.
La monja los invitó a orar, pero sus expresiones dejaron en
claro que no se unirían a ella.
Minutos después, el hombre murió.
Catalina vio que cuando su alma flotaba sobre la tierra, los
espíritus malignos saltaron sobre ella, tratando de destrozarla, como animales
salvajes.
Pero de repente, el ángel se paró frente a ellos y les
ordenó con la mano levantada, “¡Alto! déjenlo ir. Primero, debe comparecer ante
el trono de Dios para el juicio», refiriéndose al juicio particular que Dios
hace a cada persona cuando muere.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las cosas
sobrenaturales que suceden durante la muerte y el pasaje de una persona a la
vida eterna.
Y me gustaría preguntarte si tú u otra persona que conozcas
ha estado al lado de un moribundo y ha experimentado algún hecho sobrenatural
en el proceso de muerte, o no.