Una pregunta que los cristianos se hacen ante una enfermedad
es
si tiene una causa espiritual o física.
¿Es la obra de satanás, o se trata de nuestra fragilidad
física?
Posiblemente este interrogante tenga su origen en una idea errónea en el mundo antiguo, incluyendo la época de Jesús, que consideraba que toda enfermedad era obra de los malos espíritus.
Posiblemente este interrogante tenga su origen en una idea errónea en el mundo antiguo, incluyendo la época de Jesús, que consideraba que toda enfermedad era obra de los malos espíritus.
Las pistas para la respuesta se pueden encontrar en el
ministerio de Jesús.
La teología actual está poniendo cada día más de manifiesto
una relación estrecha entre la enfermedad y el poder del mal. En ella se manifiestan el poder de la muerte y las
consecuencias nefastas del pecado.
Dios creó al hombre en su unidad de alma y cuerpo para la
felicidad, la armonía, la perfección.
La enfermedad es contraria a la intención divina, lo mismo
que la fatiga del trabajo, el dolor del parto, la muerte.
La enfermedad es siempre una intrusa, un elemento hostil que
invade al hombre y por tanto un mal que hay que vencer.
La enfermedad está mucho más ligada al pecado.
Jesús sufrió el cansancio, el hambre y la sed, y hasta la
tristeza, y pasó por la muerte.
Pero no consta que estuviera alguna vez enfermo, a pesar de
que “¡eran nuestras dolencias las que Él llevaba y nuestros dolores los que
soportaba!” (Is 53,4).
Es como un área donde se mantiene el dominio de los poderes
del mal.
“La enfermedad, la muerte y lo que la existencia humana
concreta contiene de autodestrucción, pueden y deben explicarse en todo caso
también como expresión del influjo de las fuerzas demoníacas.
Incluso cuando procedan de causas naturales próximas y
cuando se les pueda y deba combatir con medios naturales” (K. RAHNNER,
VORGRIMLER, Diccionario Teológico).
Pero la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento trata de
combatir la generalización vulgar que atribuía la enfermedad a las culpas del
enfermo o que defendía que la misma era siempre enviada por Dios.
El caso de Job contradice esta creencia y esto mismo
confirmaría más tarde la historia del ciego de nacimiento con el que se
encontró Jesús: “Ni pecó él ni sus padres; es para que se manifiesten en él las
obras de Dios” (Jn 9,3).
Por lo tanto Dios no es ajeno a la enfermedad y a la
curación.
La enfermedad puede ser efecto en contadas ocasiones de una
intervención especial de Yahvé que castiga (1 S 16, 14; 2 Cro 26,16-21).
Pero la intención manifiesta de Dios es siempre sanar:
“Venid, volvamos a Yahvé, pues Él ha desgarrado y Él nos
curará, Él ha herido y Él nos vendará” (Os 6.1),
“Él es quien castiga y tiene compasión” (Tb 13,2).
“El que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego
cura con su mano; seis veces ha de librarte de la angustia, y a la séptima el
mal no te alcanzará” (Jb 5,18-19).
Son textos conmovedores y llenos de ternura que nos
manifiestan cómo siente Dios respecto a nuestras enfermedades:
“Yo doy la muerte y doy la vida, yo hiero, y sano yo mismo”
(Dt 32.39).
“Yo soy Yahvé el que te sana” (Ex 15,26).
“El que todas tus culpas perdona, que cura todas tus
dolencias” (Sal 103.3).
Sin embargo, en términos prácticos hay que considerar el
influjo directo del demonio en esa enfermedad particular y las causas físicas
naturales.
JESÚS MUESTRA LA DIFERENCIA DE LA ENFERMEDAD POR CAUSA
FÍSICA Y DEMONÍACA
Jesús demuestra claramente la diferencia.
Él mismo trató algunas enfermedades como la obra
directa y específica de demonios y otras enfermedades como de origen físico.
En Mateo 8:16, por ejemplo, se puede leer:
"Esa tarde le trajeron muchos de los que estaban
oprimidos por los demonios, y él expulsó a los espíritus con una palabra, y
sanó a todos los enfermos."
Algunos de los que se acercaron a Jesús estaban oprimidos
por demonios, otros eran físicamente enfermos.
Hay una manera simple de decir cuando Jesús estaba tratando
con la opresión demoníaca y cuando, por el contrario, estaba tratando con la
enfermedad física directa.
Cuando el problema era demoníaco en su origen, Jesús
hablaba.
Él nunca imponía las manos en los oprimidos por el demonio. Más bien él lo manejaba con una palabra hablada.
Él ordenaba a los demonios salir de los afligidos, y salían.
Si los demonios eran responsables de alguna aflicción
física, la aflicción física se iba con ellos.
Había enfermedades que eran causadas por los demonios, y la
solución en estos casos era una orden emitida con su autoridad como Hijo de
Dios y gobernante de todo el mundo del espíritu.
Pero cuando la enfermedad era de origen corporal, Jesús
ponía sus manos sobre los enfermos.
El poder curativo sobre la enfermedad física fluía desde el
trono de Dios a través de su contacto físico con el cuerpo del enfermo y era
sanado en un instante.
Esto lo vemos en Mateo 8:15, donde leemos que Jesús sanó a
la suegra de Pedro con la imposición de manos.
"Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se
levantó y se puso a servirlo"
Anteriormente, en Mateo 8: 3, en relación con el leproso,
leemos que
"Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo
quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra".
Jesús nunca estaba confundido acerca de si la enfermedad era
física o espiritual en su origen.
Ahora bien, hay quienes sostienen que cuando Jesús parecía creer
que la enfermedad era de origen espiritual, simplemente se estaba adecuando con el espíritu de la época y con las supersticiones ampliamente aceptadas por el pueblo
de su época, anterior a la Ilustración.
Pero Jesús nunca se acomodó a la superstición.
Se enfrentó a ella y la expuso.
Porque en otros temas, por ejemplos la vida después de la
muerte, dijo muy enfáticamente,
"Si no fuera así, yo os lo hubiera dicho" (Jn. 14:
2).
Si no existieran los demonios y si no pudieran causar
enfermedades, Jesús lo habría dicho.
Así que las escrituras nos delatan que algunas enfermedades son espirituales y otras son físicas.
Es más, hay enfermedades que afectan claramente al físico
pero que tienen causas espirituales.
Entonces, en resumen, cuando la enfermedad es espiritual, la curación viene a
través de la palabra, a través de una orden emitida por el nombre todopoderoso
de Jesús.
Cuando la enfermedad es física, la sanación viene a través
del tacto, a través de la imposición de manos y la oración que se ofrece en el
nombre todopoderoso de Jesús.
¿CÓMO PODEMOS NOSOTROS SABER LA DIFERENCIA?: DISCERNIMIENTO
¿CÓMO NOSOTROS PODEMOS DISCERNIR O SABER LA DIFERENCIA?
¿CÓMO NOSOTROS PODEMOS DISCERNIR O SABER LA DIFERENCIA?
¿Cómo adquirimos el discernimiento?
Algunos cristianos de hoy están tan asustados ante la muerte
y descreen tanto de la idea de los demonios y la guerra espiritual, que nunca
se detienen a considerar si los agentes invisibles de la oscuridad pueden tener
algo que ver con los problemas de enfermedad del individuo que están tratando
de ayudar.
Si el problema es espiritual en su origen, y no se utilizan
oraciones de guerra espiritual, el individuo no experimentará ningún alivio. Por otra parte, algunos cristianos piensan que todo es
demoníaco en origen.
Pero como el propio ministerio de Jesús deja claro, no se
deben tratar todas las enfermedades como el trabajo de satanás, al menos
directamente .
Otra idea errónea que muchos cristianos tienen acerca de la
sanidad es que es algo que puede ser ordenado en el nombre de Jesús.
No es algo que pueda ser exigido, en todo caso, es algo que puede ser solicitado, y si es la voluntad de Dios sin duda que podrá sanarse.
No es algo que pueda ser exigido, en todo caso, es algo que puede ser solicitado, y si es la voluntad de Dios sin duda que podrá sanarse.
El leproso que vino a Jesús,
cuando se arrojó a sus pies y le dijo: "Si estás dispuesto,
puedes limpiarme."
Él entiende que Dios puede tener propósitos en permitir la
enfermedad física.
Pablo lo descubrió en él mismo, cuando Dios se negó a
retirar su "aguijón en la carne" a pesar de las oraciones repetidas y
sinceras. Pablo no fue sanado porque careciera de fe.
No fue sanado porque Dios tenía un propósito más grande para
su vida, y la enfermedad de Pablo estaba en ese propósito mayor.
Pablo menciona una vez que salió con un compañero de viaje,
Trófimo, "enfermo en Mileto" (2 Tim. 4:20).
No tengo dudas que tanto Pablo como su compañero habrán orado a Jesús que lo sanara, pero esto no sucedió en ese momento que tenía un propósito.
No tengo dudas que tanto Pablo como su compañero habrán orado a Jesús que lo sanara, pero esto no sucedió en ese momento que tenía un propósito.
Así que cuando imponemos las manos sobre los enfermos y
oramos por ellos, en primer término, siempre hay que creer que Dios puede sanar
en un instante. Pero al mismo tiempo siempre debemos orar para conocer la
voluntad de Dios, que sólo él puede saber.
Entonces, ¿pueden los demonios causar enfermedades
directamente hoy en día?
Por supuesto que pueden.
¿Puede ser una enfermedad física y no espiritual en el
origen?
Por supuesto que puede.
Sabemos esto porque Jesús nos dijo.
Pero si la enfermedad es espiritual o física en su origen,
¿puede Jesús sanar todavía hoy?
Por supuesto que puede. Y de hecho lo hace.
LA CURACIÓN DE LOS ENFERMOS COMO SIGNO DE GRACIA
Jesús concede la salud del cuerpo siempre juntamente con la
salud del alma, o hablando con más propiedad: la salud del hombre entero.
Esta es la sorpresa del paralítico curado (Lc 5,18-20) y
del enfermo junto a la piscina de Betesda (Jo 5,14).
La salud del cuerpo no es un bien por sí mismo y no la
concede el Señor por sí sola.
Por tanto no va aislada de los demás aspectos, sino siempre
dentro del contexto de salvación y liberación del hombre total.
El cuerpo es siempre expresión del espíritu y las curaciones
somáticas son la manifestación de la salvación que se realiza en el enfermo.
Por tanto, para ser curado, lo mismo que para ser perdonado y
liberado del pecado, Jesús exige la fe, aunque es también cierto que Dios puede sanar en ausencia de esa fe que exige.
Y esa Fe es la aceptación plena de su persona, es decir, de su
Palabra y del don que Dios ofrece con su Hijo.
Predicación, curación y expulsión de demonios: son actos
conjuntos de salvación y de poder de la manifestación del Reino de Dios.
El mensaje salvador de Jesús se hace presente tanto con las
palabras como con los hechos de poder.
Cuando Jesús transmite esta misma misión a los Apóstoles les
da autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades.
Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar, saliendo,
pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas
partes (Lc 9,1-6).
San Mateo habla de “poder para curar toda enfermedad y toda
dolencia” (Mt 10,1)
Al enviar a los setenta y dos discípulos les encarga:
“Curad los enfermos que haya en ella (la ciudad), y
decidles: el Reino de Dios está cerca de vosotros” (Lc 10,9).
Todos aquellos que crean verdaderamente en Jesús, que sean
sus discípulos, habrán de realizar las mismas maravillas, y por tanto:
“Impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien”
(Mc 16.18).
En la Iglesia apostólica que surge de Pentecostés, los
Apóstoles seguirán vinculando predicación, curación y expulsión de los
espíritus del mal.
Cuando son perseguidos piden predicar curando:
“Concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con
toda valentía, extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y
prodigios por el nombre de tu Santo Siervo Jesús” (Hch 4.29-30).
En resumen:
- En las enfermedades que aparentan ser de base física
encontramos que algunas son por intervención del demonio.
- En ambas (de base física o espiritual) hay que recurrir al
Señor para la curación.
- En unas pidiendo la sanación y en otras la expulsión del
enemigo que está actuando.
- Esto no quiere decir que el maligno no actúe.
Fuentes:
http://www.siervoscas.com/2015/05/la-curacion_19.html
http://cowgernation.com/2015/09/02/is-illness-demonic-or-physical/
http://es.aleteia.org/2015/07/18/como-distinguir/
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