La Sagrada Familia fue la familia perfecta, donde había amor, unión, comprensión y donde estaba Dios presente en la persona de Jesús. Siempre se ha dicho que, para formar un auténtico matrimonio hacen falta tres: el esposo, la esposa y Dios.
Si falta Dios, el matrimonio no podrá ser feliz, pues le faltará el amor de Dios, que es indispensable para la felicidad conyugal.
En la Sagrada Familia, Jesús era el centro de la vida de José y de María. Toda su existencia estaba dirigida a servirle, amarle y a hacerlo feliz.
Pero, además de ser una familia unida y feliz, la Sagrada Familia estaba en el centro de la historia del mundo. Tenía una misión cósmica y universal. De ella dependía el futuro de la humanidad. Por eso, la figura de San José es imprescindible en esta visión a nivel universal. Su participación en el misterio de la Encarnación lo sitúa, junto con María, en el centro de la historia humana. Por eso, San José no puede ser un hombre cualquiera o un santo cualquiera, pues para cumplir bien su misión, Dios le concedería las gracias que necesitaba.
Necesitaba fuerzas físicas para cuidar a su familia y procurar su alimento con el trabajo de cada día. Algunos santos, como la beata Ana Catalina Emmerick, hablan de que al casarse tenía unos 30 años de edad. Lo cierto es que tenía la plenitud de sus fuerzas humanas y la madurez suficiente para hacer frente a todas sus responsabilidades.
Antes del matrimonio con María, José era un hombre justo, como dice el Evangelio (Mt 1, 19). Quizás era un hombre santo, pero, después del matrimonio con María, comenzó su carrera acelerada hacia la santidad.
El contacto diario con Jesús y María lo hizo llegar a alturas jamás imaginadas por él y que sólo Dios puede dar a quien ha entregado su vida entera a su servicio.
Jamás hombre alguno podrá alcanzar en santidad a José, porque nadie ha podido amar tanto como él a sus dos grandes amores: Jesús y María. Por eso, decimos, con total seguridad, que José es el más santo de los santos.
Según la tradición, San José era carpintero. Así lo cuenta San Justino, que era de Palestina, en el diálogo con Trifón del siglo II. Dice: Cuando Jesús llegó al Jordán, lo creían hijo de José el carpintero y no aparentaba lo que era, pues se le consideraba un carpintero. En efecto, durante su estancia entre los hombres, ejerció un oficio, fabricó carros y yugos, dando así ejemplo de justicia y trabajo (20).
San Cirilo de Jerusalén afirma que en su tiempo (siglo IV), todavía se mostraba a los visitantes de Jerusalén una pieza de madera en forma de teja, labrada, según decía, por José y por Jesús.
Cuando Jesús comenzó su vida pública, ya no se habla de José, que parece había muerto, pues no asistió a las bodas de Caná. El mismo Marcos, cuando habla de Jesús, lo nombra como hijo de María, pues seguramente ella era ya viuda; ya que, de otro modo, hubieran dicho que era hijo de José y de María. La gente de Nazaret, hablando de Jesús, dice: ¿No es este acaso el carpintero, el hijo de María? (Mc 6, 3).
La Trinidad en la tierra
La Sagrada Familia estaba tan unida que eran tres en uno. Alguien los ha llamado la trinidad en la tierra.
Los tres Corazones eran uno solo. Yo me los imagino así: Un gran corazón, el Corazón divino de Jesús, y dentro de él, el Corazón inmaculado de María; y dentro del Corazón de María, el castísimo Corazón de José. Tres corazones en UNO. ¿Por qué? Porque el mejor medio para llegar a María es José y el mejor medio para llegar a Jesús es María. El camino más rápido para llegar a Jesús es por José y por María: José, María y Jesús.
Dice San Juan Eudes: Después de Dios, San José tiene el
primer puesto en el Corazón de María, porque María es toda de José como la
esposa es del esposo; así el Corazón de María es de José. Por otra parte, es
claro que Jesús es un solo Corazón con María, y como María es un solo Corazón
con José, resulta que José tiene un solo Corazón con Jesús y con María (21).
La escalera al cielo
San Leonardo de Puerto Mauricio (+1751) dice: La escalera, que conduce al cielo, tiene tres escalones: Jesús, María y José. Vuestras oraciones son confiadas, en primer lugar, a San José, José las entrega a María, y María a Jesús. Descendiendo, las respuestas pasan de Jesús a María, y María las ofrece a José. Jesús hace todo por María, porque es su hijo. Y José lo obtiene todo por ser esposo de María y padre de Jesús (22).
Consagrémonos a los tres Corazones y vivamos dentro de ellos
para estar bien protegidos y defendidos de toda adversidad.
20 Citado por Cristiani León, San José, Ed. Rialp, Madrid,
1978, p. 105.
21 San Juan Eudes, Le coeur admirable, t. VIII, c. 3.
22 Leonardo de Puerto Mauricio, Sermons, Ed. Casterman,
1858, t. II, ser. XVIII, p. 24.
Autor: P. Angel Peña O.A.R