Este artículo trata sobre cómo salvarnos a nosotros mismos y
a otros de un sufrimiento inenarrable.
Es por tu mayor interés que lo leas y releas. Y nunca te
arrepentirás de ello.
.
Por el contrario, grande y amargo será tu arrepentimiento si
no lo haces con dedicación.
“Léeme o Laméntalo”, está firmado por EDM (Engant de Marie,
iniciales con las que se identifica el Padre O’Sullivan).
Tiene la aprobación del Cardenal de Lisboa en 1936.
¡AUXILIO, AUXILIO, SUFRIMOS MUCHO!
Nunca llegaremos a comprender lo suficientemente claro que una
limosna, pequeña o grande, dada en favor de las almas sufrientes, se la damos
directamente a Dios.
El acepta y recuerda como si se la hubieran dado
directamente a Él mismo.
Así, todo lo que hagamos por ellas, Dios lo acepta hecho
para El.
Es como si lo aliviáramos o liberáramos a Él mismo del
Purgatorio. ¡En qué manera nos pagará!
No hay mayor hambre, sed, pobreza, necesidad, pena, dolor,
sufrimiento que se compare a los de las Almas del Purgatorio.
Por lo tanto no hay ni mérito más alto para nosotros, que
rezar, pedir celebraciones de Misas, y dar limosnas en favor de las pobres
Santas Almas.
Es muy posible que algunos de nuestros más cercanos y
queridos parientes estén todavía sufriendo las purificantes penas del
Purgatorio. Y llamándonos entre lastimosos gemidos para que los ayudemos
y aliviemos.
¿No es terrible que seamos tan duros que no podamos pensar
en ellos, ni tampoco podemos ser tan crueles que deliberadamente los olvidemos?
PIENSA EN EL PURGATORIO
“Tengan piedad de mí, tengan piedad de mí, por lo menos
ustedes mis amigos, porque la mano del Señor me ha tocado” (Job 19:21).
Esta es la conmovedora súplica que la Iglesia Purgante envía
a sus amigos en la tierra.
Tierra, comiencen, imploren su ayuda, en respuesta a la
angustia más profunda. Muchos dependen de sus oraciones.
Es incomprensible como algunos católicos vergonzosamente
desatienden a las almas del Purgatorio.
Pareciera que no creen en el Purgatorio. Ciertamente es que
sus ideas acerca de ello son muy difusas.
¡Días y semanas y meses pasan sin que ellas reciban una Misa
dicha por ellas!
¡Raramente también, oyen Misa por ellos, raramente rezan por
ellos, raramente piensan en ellos!
Entretanto tal vez su amigos y familiares en la tierras
están gozando la plenitud de la salud y la felicidad, ocupados en sus trabajos,
divirtiéndose.
Mientras las pobres almas sufren inenarrables agonías en sus
lechos de llamas.
¿Cuál es la causa de esta horrible insensibilidad?
Ignorancia: gruesa, inexplicable ignorancia.
La gente no se da cuenta de lo que es el Purgatorio.
No conciben las espantosas penas, ni tienen idea de los
largos años que las almas son retenidas en esas horribles llamas.
Como resultado, hacen poco o nada para evitarse a sí mismos
el Purgatorio, y aún peor, cruelmente ignoran a las pobres almas que ya están
allí y que dependen enteramente de ellos para ser auxiliadas.
¿QUÉ ES EL PURGATORIO?
Es una prisión de fuego en la cual casi todas las almas
salvadas son sumergidas después de la muerte y en la cual sufren las más
intensas penas.
¿Qué nos dicen los más grandes doctores de la iglesia acerca del Purgatorio?
Tan lastimoso es el sufrimiento de ellas que un minuto de
ese horrible fuego parece ser un siglo.
Santo Tomás Aquino, el príncipe de los teólogos, dice que el
fuego del Purgatorio es igual en intensidad al fuego del infierno
Y que el mínimo contacto con él es más aterrador que todos
los sufrimientos posibles de esta tierra.
San Agustín, el más grande de todos los santos doctores,
enseña que para ser purificadas de sus faltas previo a ser aceptada en el
Cielo, las almas después de muertas son sujetas a un fuego más penetrante y más
terrible que nadie pueda ver, sentir o concebir en esta vida.
Aunque este fuego está destinado a limpiar y purificar al
alma, dice el Santo Doctor, aún es más agudo que cualquier cosa que podamos
resistir en la Tierra.
San Cirilo de Alejandría no duda en decir que “sería
preferible sufrir todos los posibles tormentos en la Tierra hasta el día final
que pasar un solo día en el Purgatorio”.
Otro gran Santo dice: “Nuestro fuego, en comparación con el
fuego del Purgatorio, es una brisa fresca”.
Otros santos hablan en idénticos términos de ese horrible
fuego.
¿CÓMO ES QUE LAS PENAS DEL PURGATORIO SON TAN SEVERAS?
El fuego que vemos en la Tierra fue hecho por la bondad de
Dios para nuestra comodidad y nuestro bienestar.
A veces es usado como tormento, y es lo más terrible que
podemos imaginar.
El fuego del Purgatorio, por el contrario, está hecho por la
Justicia de Dios para penar y purificarnos y es, por consiguiente,
incomparablemente más severo.
Nuestro fuego, como máximo, arde hasta consumir nuestro
cuerpo hecho de materia.
Por el contrario el fuego del Purgatorio actúa sobre el alma
espiritual, la cual es inexplicablemente más sensible a la pena.
Cuanto más intenso es el fuego, más rápidamente destruye a
su víctima, la cual por consiguiente cesa de sufrir.
Por cuanto el fuego del Purgatorio inflige el más agudo y la
más violenta pena, pero nunca mata al alma ni le quita sensibilidad.
Tan severo como el fuego del Purgatorio, es la pena de la
separación de Dios, la cual el alma también sufre en el Purgatorio, y esta es
la pena más severa.
El alma separada del cuerpo anhela con toda la intensidad de
su naturaleza espiritual estar con Dios.
Es consumida de intenso deseo de volar hacia Él. Aun es
retenida, y no hay palabras para describir la angustia de esa aspiración
insatisfecha.
Qué locura, entonces, es para un ser inteligente como el ser
humano negar cualquier precaución para evitar tal espantoso hecho.
Es infantil decir que no puede ser así, que no lo podemos
entender, que es mejor no pensar o no hablar de ello.
El hecho es que, ya sea lo creamos o no, todas las penas del
Purgatorio están más allá de lo que podamos imaginar o concebir.
Estas son las palabras de San Agustín.
Estas son las palabras de San Agustín.
SOBRE EL PURGATORIO, ¿PUEDE TODO ESTO SER VERDAD?
La existencia del Purgatorio es tan cierta que ningún
católico ha tenido nunca una duda acerca de ello.
Fue enseñado desde los tiempos más remotos por la Iglesia y
fue aceptada con indubitable fe cuando la Palabra de Dios fue predicada.
La doctrina es revelada en la Sagrada Escritura y creída por
millones y millones de creyentes de todos los tiempos.
Aún, tal como lo hemos remarcado, las ideas de algunos son
tan vagas y superficiales en este tema tan importante, que son como personas
que cierran sus ojos y caminan deliberadamente en el filo de un precipicio.
Harían bien en recordar que la mejor manera de acortar
nuestra estadía en el Purgatorio – o aún más, evitarlo- es tener una clara idea
de ello, y adoptar los remedios que Dios nos ofrece para evitarlo.
No pensar en ello es fatal. Es cavarse a sí mismos la fosa,
y prepararse para ellos mismos un terrorífico, largo y riguroso Purgatorio.
Virgen del carmen Purgatorio
EL PRÍNCIPE POLACO
Hubo un príncipe polaco, que por una razón política, fue
exiliado de su país natal, y llegado a Francia, compró un hermoso castillo
allí.
Desafortunadamente, perdió la Fe de su infancia y estaba, a
la sazón, ocupado en escribir un libro contra Dios y la existencia de la vida
eterna.
Dando un paseo una noche en su jardín, él se encontró con
una mujer que lloraba amargamente. Le preguntó el porqué de su desconsuelo.
“¡Oh, príncipe, ella replicó, soy la esposa de John Marie,
su mayordomo, el cual falleció hace dos días!
Él fue un buen marido y un devoto sirviente de Su Alteza.
Su enfermedad fue larga y gasté todos los ahorros en
médicos, y ahora no tengo dinero para ir a ofrecer una Misa por su alma”.
El príncipe, tocado por el desconsuelo de esta mujer, le
dijo algunas palabras.
Y aunque profesaba ya no creer más en la vida eterna, le dio
algunas monedas de oro para tener la Misa por ella y su difunto esposo.
Un tiempo después, también de noche, el Príncipe estaba en
su estudio trabajando febrilmente en su libro.
Escuchó un ruidoso tocar a la puerta, y sin levantar la
vista de sus escritos, invitó a quien fuese a entrar.
La puerta se abrió y un hombre entró y se paró frente al
escritorio de Su Majestad.
Al levantar la vista, cuál no sería la sorpresa del Príncipe
al ver a Jean Marie, su mayordomo muerto, que lo miraba con una dulce sonrisa.
Príncipe, le dijo,
“Vengo a agradecerle por las Misas que usted permitió que mi
mujer pidiera por mi alma.
Gracias a la Salvadora Sangre de Cristo, ofrecida por mí,
voy ahora al Cielo.
Pero Dios me ha permitido venir aquí y agradecerle por sus
generosas limosnas”.
Luego el agregó solemnemente
“Príncipe, hay un Dios, una vida futura, un Cielo y un
Infierno”.
Dicho esto, desapareció.
SAN ANTONINO Y SU AMIGO
San Antonino, el ilustre Arzobispo de Florencia, relata que
un piadoso caballero había muerto, el cual tenía un amigo en un convento
Dominicano en el cual el Santo residía.
Varias Misas fueron sufragadas por su alma.
El Santo se afligió mucho cuando, después de un prolongado
lapso, el alma del fallecido se le apareció, sufriendo muchísimo.
“Oh mi querido amigo” exclamó el Arzobispo, “¿estás todavía
en el Purgatorio, tú, que llevaste tal piadosa y devota vida?”
“Así es, y tendré que permanecer aquí por un largo tiempo”
replicó el pobre sufriente.
“Pues en mi vida en la Tierra fui negligente en ofrecer
sufragios por las almas de Purgatorio.
Ahora, Dios por su justo juicio aplica los sufragios que
debían ser aplicados por mí, en favor de aquellos por los cuales debí haber
rezado”.
“Pero Dios, también, en su justicia, me dará todos los
méritos de mis buenas obras cuando entre al Cielo; pero, primero de todo, tengo
que expiar mi grave negligencia de no acordarme de los otros”.
Tan ciertas son las palabras de Nuestro Señor
“Con la vara con que mides serás medido”.
Recuerda el terrible destino de ese piadoso caballero será
el de aquellos que desechan orar y rehúsan ayudar a las Santas Almas.
¿CUÁNTO TIEMPO LAS ALMAS PERMANECEN EN EL PURGATORIO?
La extensión en tiempo por la cual las almas permanecen en
el Purgatorio depende de:
a) el número de sus faltas;
b) la malicia y la deliberación con que éstas fueron
realizadas;
c) la penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no,
por los pecados cometidos durante la vida;
d) y también depende de los sufragios ofrecidos por ellos
después de sus muertes.
Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que
las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más larga que la
gente puede imaginar.
Algunas citas de libros que hablan de la vida y
las revelaciones de los Santos.
San Luis Bertrand: su padre era un ejemplar cristiano, como
naturalmente se podía esperar, siendo el padre de tan gran Santo.
En un tiempo deseó llegar a ser un Monje Cartujo, hasta que
Dios le hizo ver que no era Su voluntad.
Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud
cristiana, su hijo completamente al cuidado de los rigores de la justicia
Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más fervientes súplicas por el alma
del cual él amó tanto.
Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a
multiplicar centenares de veces sus sufragios.
Agregó las más severas penas y largos ayunos a sus Misas y
oraciones.
Aún ocho años completos pasaron antes que obtuviera la
liberación de su padre.
San Malaquías tenía una hermana todavía en el Purgatorio. Lo cual hizo que redoblara sus esfuerzos, y asimismo, a
pesar de las Misas, oraciones y heroicas mortificaciones ofrecidas por el
Santo, ¡permaneció varios años retenida!
Se cuenta que una santa monja en Pamplona, la cual logró
liberar varias Carmelitas del Purgatorio, las cuales permanecieron allí por el
término de 30 a 40 años.
¡Monjas Carmelitas en el Purgatorio por 40, 50 o 60 años!
¿Cuál será el destino de aquellos que viven inmersos en las
tentaciones del Mundo, y con sus cientos de debilidades?
San Vicente Ferrer, después de la muerte de su hermana, oró
con increíble fervor por su alma y ofreció varias Misas por su liberación.
Ella apareció al Santo al final de su Purgatorio, y le contó
que si no fuera por su poderosa intercesión ante Dios, ella hubiera estado allí
interminable tiempo.
En la Orden Dominicana es regla general orar por los
Superiores en el aniversario de sus muertes. ¡Algunos de estos han muerto
varios siglos atrás!
Ellos fueron hombres eminentes por su piedad y sabiduría.
Esta regla no sería aprobada por la Iglesia si no fuera
necesaria y prudente.
No queremos significar con esto que todas las almas están
retenidas por tiempos iguales en los fuegos expiatorios.
Algunas han cometido faltas leves y han hecho penitencia en
vida. Por lo tanto, su castigo será mucho menos severo.
Si esas almas, quienes gozaron del trato, quienes vieron,
siguieron, y tuvieron la intercesión de grandes santos, son retenidas largo
tiempo en el Purgatorio, ¿qué será de nosotros que no gozamos ninguno de esos
privilegios?
¿POR QUÉ UNA EXPIACIÓN TAN PROLONGADA?
Las razones no son difíciles de entender.
La malicia del pecado es muy grande.
Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta en realidad es una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios.
Es suficiente ver cómo los Santos se condolieron sobre sus
faltas.
Somos débiles, es nuestra tendencia.
Es verdad, pero entonces Dios nos ofrece generosamente abundantes
gracias para fortalecernos.
Nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la
fuerza necesaria para conquistar la tentación.
Si todavía somos débiles, la falta es toda nuestra.
No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente;
no rezamos, no recibimos los Sacramentos como debiéramos.
Un eminente teólogo remarca que las almas son condenadas
al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal.
No hay que asombrarse que otras almas debieran ser retenidas
por largo tiempo en el Purgatorio quienes han cometido deliberadamente
incontables pecados veniales. Algunos de los cuales son tan graves que al tiempo de
cometerlos el pecador escasamente distingue si son mortales o veniales.
También, ellos pueden haber cometido algunos pecados
mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento e hicieron poca o ninguna
penitencia.
La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena
debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio.
Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por
cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos
pagado hasta el último céntimo.(Mt 5:26).
Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y todavía ellos
sienten mucho y hacen severas penas.
Nosotros cometemos muchos y gravísimos pecados, y nos
arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.
Vitrina del Museo de Objetos del Purgatorio que han dejado almas
que visitaron la Tierra
PECADOS VENIALES
Sería dificultoso calcular el inmenso número de pecados
veniales que un católico comete.
Hay un infinito número de faltas en el amor, egoísmo,
pensamientos, palabras, actos de sensualidad, también en cientos de variantes.
Faltas de caridad en el pensamiento, palabra, obra, y
omisión.
Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y otras innumerables
faltas.
Hay pecados por omisión que no pagamos.
Amamos tan poco a Dios, y Él clama cientos de veces por
nuestro amor.
Lo tratamos fríamente, indiferentemente y hasta con
ingratitud.
Él murió por cada uno de nosotros. ¿Le hemos agradecido como
se debe?
Él permanece día y noche en el Santísimo Sacramento del
Altar, esperando por nuestras visitas, ansioso de ayudarnos.
¿Cuán a menudo vamos a Él?
Él ansía venir a nosotros en la Santa Comunión, y lo
rechazamos.
Él se ofrece a Si Mismo por nosotros en el Altar de cada
Misa y da océanos de gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio.
¡Aún algunos son tan holgazanes de ir a Su Calvario! ¡Qué
abuso de gracias!
Nuestros corazones están llenos de amor a sí mismos, duros.
Tenemos hogares felices, espléndida comida, vestido, y
abundancia de todas las cosas.
Muchos de nuestros prójimos viven en el hambre y la miseria,
y le damos tan poco, mientras que vivimos en el despilfarro y gastamos en
nosotros mismos sin necesidad.
La vida nos fue dada para servir a Dios, para salvar
nuestras almas.
¡Muchos cristianos, sin embargo, están satisfechos de rezar
cinco minutos a la mañana y cinco a la noche!
El resto de las 24 horas están dedicados al trabajo,
descanso y placer.
Diez minutos a Dios, a nuestras almas inmortales, al gran
trabajo de nuestra salvación.
¡Veintitrés horas y cincuenta minutos a esta transitoria
vida! ¿Es justo para Dios?
¡Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos
deberían ser hechos para Dios!
Así debería ser, y nuestros méritos serían por supuesto
grandes.
La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios durante el
día.
El gran objetivo de sus pensamientos son ellos mismos.
Ellos piensan y trabajan y descansan para satisfacerse a sí
mismos.
Dios ocupa un pequeñísimo espacio en sus días y sus mentes.
Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual siempre
piensa en nosotros.
Y AHORA, LOS PECADOS MORTALES
Muchos cristianos cometen, desafortunadamente, pecados
mortales durante sus vidas.
Pero aunque los llevan al Sacramento de la confesión, no
hacen satisfacción por ellos, como ya hemos dicho.
San Beda el venerable, opina que aquellos que pasan gran
parte de su vida cometiendo graves pecados y confesándolos en su lecho de
muerte, pueden llegar a ser retenidos en el Purgatorio hasta el Día Final.
Santa Gertrudis en sus revelaciones dice que aquellos que
cometen muchos pecados graves y que no hayan hecho penitencia no gozan de
ningún sufragio de la Iglesia por un considerable tiempo.
Todos esos pecados, mortales o veniales, se acumulan por 20,
30, 40, 60 años de nuestras vidas.
Todos y cada uno deberán ser expiados para después de la
muerte.
Entonces, ¿es de asombrarse que algunas almas tengan que
estar en el Purgatorio por tanto tiempo?
mujeres con velas purgatorio muertos
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ REZAR POR LAS ÁNIMAS BENDITAS DEL
PURGATORIO?
El gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos
amemos los unos a los otros, genuina y sinceramente.
El Primer Gran Mandamiento es amar a Dios sobre todas las
cosas.
El Segundo, o mejor dicho el corolario del Primero, es amar
al prójimo como a nosotros mismos.
No es un consejo o un mero deseo del Todopoderoso. Es Su
Gran Mandamiento, la base y esencia de Su Ley.
Es tanta la verdad encerrada en esto que Él toma como
donación todo aquello que hacemos por nuestro prójimo. Y como un rechazo hacia Él cuando rechazamos a nuestro
prójimo.
Leemos en el Evangelio de San Mateo ( Mt 25:34-46), las
palabras de Cristo que dirigirá a cada uno en el Día del Juicio Final.
Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en
desuso, pues en estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y cada uno
piensa en sí mismo y en su engrandecimiento personal.
“Es inútil observar la Ley de Dios en estos días”, dicen,
“cada uno debe mirar por sí mismo, o te hundes”.
¡No hay tal cosa! La ley de Dios es grandiosa y todavía y
por siempre tendrá fuerza de ley.
Por eso, es más que nunca necesaria, más que nunca nuestro
deber y por nuestro mayor interés.
ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR POR LAS ANIMAS BENDITAS
Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro.
Pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor
y más estricta es nuestra obligación.
No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber;
debemos ayudarnos unos a otros.
Sería un monstruoso crimen, por caso, rehusar al poder y
desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo.
Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran
necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se
está hundiendo.
No solamente debemos ayudar cuando es fácil y conveniente, sino
que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en
dificultades.
Ahora, ¿qué puede estar más urgido de caridad que las almas
del Purgatorio?
¿Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede
compararse con sus más terribles sufrimientos?
Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a
nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro.
¡Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en
los sufrientes de esta vida, pero, escasamente encontramos a gente que trabaja
por las Almas del Purgatorio!
¿Y quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden
estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.
DIOS DESEA QUE LAS AYUDEMOS
Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos. Él
desea mucho tenerlos cerca de Él en el Cielo.
Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con
Él por toda la Eternidad.
La Verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los
pecados.
Pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia Él
pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos.
Él nos da el poder de aliviarlas y aún de liberarlas.
Nada le place más a Dios que les ayudemos. Él está tan
agradecido como si le ayudáramos a Él.
Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a
sus hijos fallecidos.
Nunca nadie consuela como María busca consolar sus
sufrientes niños en el Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo.
Le daremos gran regocijo cada vez que llevamos fuera del
Purgatorio a un alma.
LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO NOS DEVUELVEN EL MIL POR
UNO
Pero ¿qué podremos decir de los sentimientos de las Santas
Almas?
¡Sería prácticamente imposible de describir su ilimitada
gratitud con para aquellos que las ayudan!
Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por
ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan
constante, que Dios no les puede negar nada.
Santa Catalina de Bologna dice:
“He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero
mucho más grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)”.
Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de
la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la Tierra, su gratitud
no conoce límites.
Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por
aquellos que los ayudaron.
Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los
peligros y los protegen de los demonios que los asechan.
No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el
Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.
Si los católicos solamente supieran cuan poderosos
protectores se aseguran con sólo ayudar a las Ánimas Benditas, no serían tan
remisos de orar por ellos.
LAS ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO PUEDEN ACORTAR NUESTRO
PROPIO PURGATORIO
¡Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un
corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión!
San Juan Macías, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa
devoción a las Almas del Purgatorio.
El obtuvo por sus oraciones (principalmente por la
recitación del Santo Rosario) ¡la liberación de un millón cuatrocientas mil
almas!
En retribución, el obtuvo para sí mismo las más abundantes y
extraordinarias gracias y esas almas vinieron a consolarlo en su lecho de
muerte, y a acompañarlo hasta el Cielo.
Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en
la bula que decretaba su beatificación.
El Cardenal Baronio recuerda un evento similar.
Fue llamado a asistir a un moribundo.
De repente, un ejército de espíritus benditos apareció en el
lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a los demonios que
gemían, en un desesperado intento por lograr su ruina.
Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le
respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había liberado del
Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras.
Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al
Cielo sin pasar un solo momento en el Purgatorio.
Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando
estaba por morir.
El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil
tentación para nuestros últimos minutos.
Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente
inteligente para esta Santa, él pensó en molestarla su beatífica paz
sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que ella
desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas.
Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Ángeles y las
miles de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y
confortar a su querida Santa.
Él le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella
había hecho por las ánimas benditas, le llevaría directo al Cielo y
multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.
El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto
con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera,
el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y otras oraciones
también.
Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique
comenzó inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas.
Continuó diciéndolas por un largo tiempo. Al final,
suficientemente seguro que su santamente muerto amigo había alcanzado el Cielo,
cesó de ofrecer las Misas.
Grande fue su arrepentimiento y consternación cuando el
hermano muerto apareció frente a él sufriendo intensamente y reclamándole que
no hubo celebrado las Misas prometidas.
El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no
continuó con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando
de la Visión Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones.
“Oh hermano Enrique, por favor dame las Misas, pues es la
Preciosísima Sangre de Jesús lo que yo más necesito” lloraba la sufriente alma.
El Beato recomenzó a ofrecerlas, y con redoblado fervor,
ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta que recibió absoluta certeza de su
liberación.
Luego fue su turno de recibir gracias y bendiciones de toda
clase por parte de su querido hermano liberado, y muchas más veces que las que
hubiera esperado.
¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO?
La primera medida es unirse a la Asociación de las Santas
Almas.
Las condiciones son simples.
Tener tu nombre registrado en el Libro de la Asociación.
Oír Misa una vez a la semana (basta con la Misa del domingo)
por las Santas Almas.
Rezar y promover la devoción a las Ánimas Benditas.
Contribuir una vez al año con un donativo a la Asociación,
lo cual permite a la Asociación tener Misas perpetuas cada mes.
La segunda medida para ayudar a las Animas Benditas, es
pidiendo Misas ofrecidas por ellas. Esta es ciertamente la más eficaz de las medidas para
liberarlas.
Aquellos que no puedan ofrecer Misas, deberían asistir a
cuanta Misa fuera posible por su intención.
Un hombre joven que ganaba un salario muy modesto le contó
al autor de este libro:
“Mi esposa murió unos años antes. Tengo 10 misas ofrecidas
por ella. No puedo hacer más por ella, pero oí 1000 misas por su querida alma”.
La recitación del Santo Rosario (con sus grandes
indulgencias) y hacer el Vía Crucis (el cual es ricamente dador de indulgencias),
son excelentes vías de ayuda a las almas.
San Juan Macías, como vimos, liberó del Purgatorio más de un
millón de almas, principalmente recitando el Santo Rosario y ofreciendo sus
indulgencias por ellas.
Otra fácil y eficaz forma de ayuda es la recitación
constante de oraciones breves que contengan indulgencias (aplicando dichas
indulgencias en favor de las almas del Purgatorio)
Mucha gente tiene la costumbre de decir 500, ó 1000 veces
cada día la pequeña jaculatoria “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”, o la
sola palabra “Jesús”.
Estas son las más consoladoras devociones; ellas traen
océanos de gracias a quien las practican y dan inmenso alivio a las Santas
Almas.
Aquellos que digan las jaculatorias 500, o 1000 veces, ganan
300.000 días de indulgencias (ochocientos veintiún años de indulgencias) ¡Qué
multitud de almas podemos liberar!
¿Cuánto no será la cantidad de almas liberadas al cabo de un
mes, de un año, de cincuenta años?
Y a los que no dicen las jaculatorias… ¡que inmenso número
de gracias y favores habrán perdido!
Es bastante posible -aunque no fácil- decir esas
jaculatorias 1000 veces al día. Pero si no puedes decir 1000, por lo menos
dilas 500, o 200 veces diarias.
Todavía otra poderosa oración es:
“Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesús,
con todas las Misas dichas en el mundo en este día, por las Almas del
Purgatorio”.
Nuestro Señor mostró a Santa Gertrudis un vasto número de
almas dejando el Purgatorio (¡cerca de 1000 cada vez que se la recitaba!).
Y yendo al Cielo como resultado de esta oración, la cual la
Santa acostumbraba decir frecuentemente durante el día.
El acto heroico consiste en ofrecer a Dios en favor de las
Almas del Purgatorio todos los trabajos de satisfacción que practicamos en
nuestra vida y todos los sufragios que serán ofrecidos para nosotros después de
nuestra muerte.
Si Dios premia tan abundantemente la más insignificante
limosna dadas por un pobre hombre en Su nombre, ¿Qué inmensa recompensa Él no dará a aquellos que ofrecen
sus trabajos de satisfacción en vida y muerte por las Almas que Él ama tanto?
Este acto no evita que los sacerdotes ofrezcan Misas por las
intenciones que ellos deseen, o que los laicos no recen por algunas personas u
otras intenciones. Aconsejamos a todos realizar este acto.
LAS LIMOSNAS AYUDAN A LAS SANTAS ALMAS
San Martin dio la mitad de su manto a un pobre mendigo, sólo
para darse cuenta después que se lo había dado a Cristo. Nuestro Señor apareció
al Santo y le agradeció.
El Beato Jordan de la Orden Dominica, nunca podía rehusar
dar limosnas cuando se lo pedían en el nombre de Dios.
Un día él se había olvidado su monedero. Un pobre hombre
imploraba una limosna por el amor de Dios.
En vez de descartarlo, Jordan, por entonces un estudiante,
le dio su más preciado cinturón, el cual el apreciaba mucho.
Poco tiempo después, el entró a una Iglesia y encontró su
cinturón circundando la cintura de una imagen de Cristo Crucificado.
El también, había dado sus limosnas a Cristo. Todos damos
limosnas a Cristo.
En conclusión:
Dar todas las limosnas que podamos.
Pedir todas las Misas que estén en nuestro poder.
Escuchar todas las Misas, cuantas más, mejor.
Ofrecer todas nuestras penas y sufrimientos por la
liberación de las Almas del Purgatorio.
Así liberaremos incontable cantidad de Almas del Purgatorio,
las cuales nos pagarán 10000 veces más.
LO QUE HACEN LAS ANIMAS BENDITAS POR AQUELLOS QUE LAS AYUDAN
San Alfonso María Liguori decía que, aunque las santas Almas
no pueden ya lograr méritos para sí mismas, pueden obtener para nosotros
grandes gracias.
No son, formalmente hablando, intercesores, como lo son los
Santos, pero a través de la dulce Providencia de Dios, pueden obtener para
nosotros asombrosos favores y librarnos de los demonios, enfermedades y
peligros de toda clase.
Está más allá de toda duda, como ya hemos dicho, que nos
devuelven miles de veces cada cosa que hagamos por ellos.
Los siguientes hechos, unos pocos de todos los que podríamos
mencionar, son suficientes para mostrar cuán poderosas y generosas amigas son
estas Almas.
COMO UNA NIÑA ENCONTRÓ A SU MADRE
Una pobre niña sirvienta en Francia llamada Jeanne Marie
escuchó una vez un sermón sobre las Santas Almas, el cual dejó una impresión
indeleble en su mente.
Fue profundamente movida por el pensamiento del intenso e
incesante sufrimiento que soportaban las pobres Almas, y se horrorizaba al ver
cuán cruelmente eran olvidadas y dejadas de lado por sus amigos de la Tierra.
Otra cosa que la impresionó profundamente es oír que hay
muchas almas que están tan cerca de su liberación, que una sola Misa sería
suficiente para ellas.
¡Pero que son retenidas largo tiempo, hasta años, sólo
porque este último y necesario sufragio fue olvidado o negado!
Con una fe simple, Jeanne Marie resolvió que, costara lo que
costara, ella tendría una Misa por las Pobres Almas cada mes, especialmente por
las más cercanas al Cielo.
Ella ahorraba un poquito, y a veces con dificultad, pero
nunca falló en su promesa.
En una ocasión fue a París con su patrona, y la niña cayó
enferma, por lo cual se vio obligada a ir al Hospital.
Desafortunadamente, la enfermedad resultó ser de largo
tratamiento, y su patrona tuvo que regresar a casa, deseando que su mucama
pronto se reuniera con ella.
Cuando al final la pobre sirvienta pudo dejar el hospital, y
allí había dejado todos sus ahorros, de manera que sólo le quedaba en la mano
un franco.
¿Qué hizo? ¿A dónde ir?
De repente, un pensamiento cruzó su mente y se acordó que no
había ofrecido ese mes una Misa en favor de las Pobres Almas.
¡Pero tenía sólo un franco! Apenas le alcanzaría para comer.
Como tenía confianza que las Almas del Purgatorio le
ayudarían, fue hasta una Iglesia y pidió hablar con un sacerdote, para que
ofrezca una Misa, en favor de las Almas del Purgatorio.
El aceptó, aunque jamás imaginó que la modesta suma que la
niña ofreció era el único dinero que la pobre niña poseía.
Al terminar el Santo Sacrificio, nuestra heroína dejó la
Iglesia. Una cierta tristeza nubló su rostro, y se sintió totalmente perpleja.
Un joven caballero, tocado por su evidente decepción, le
preguntó si tenía algún problema y si podía ayudarla.
Ella le contó su historia brevemente, y finalizó diciendo
cuanto deseaba trabajar.
De alguna manera se sintió consolada por la forma en que el
joven la escuchaba, y recobró la confianza.
“Será un placer ayudarte” dijo. “Conozco una dama que en
este momento está buscando una sirvienta. Ven conmigo”.
Y dicho esto la guió hasta una casa no muy lejos de allí y
le pidió que ella tocara el timbre, asegurándole que encontraría trabajo.
En respuesta al toque de timbre, la dama de la casa abrió
ella misma la puerta y preguntó a Jeanne Marie que quería.
“Madame” dijo ella, “me dijeron que usted está buscando una
mucama. No tengo trabajo y me agradaría tener el puesto”.
La dama estaba perpleja y replicó:
“¿Quién pudo haberte dicho que necesitaba una mucama? ¿Hace
sólo un par de minutos que acabo de despedir a la que tenía, acaso te has
encontrado con ella?”
“No, Madame. La persona que me informó que usted necesitaba
una mucama fue un joven caballero”.
“¡Imposible!”, exclamó la señora, “Ningún joven, de hecho
nadie, pudo haberse enterado que necesitaba una mucama”.
“Pero Madame”, dijo la niña, apuntando un cuadro en la pared
“ése es el hombre que me lo dijo”.
“¡No, mi niña, ese es mi único hijo, que ha muerto hace ya
más de un año!”
“Muerto o no” aseguró la niña, “él fue el que me trajo hasta
aquí, y aún me guió hasta la puerta. Vea la cicatriz en la frente. Lo
reconocería donde fuera”.
Luego, le contó toda la historia, con su último franco, y de
cómo ella obtenía Misas por las Santas Almas, especialmente por las más
cercanas al Cielo.
Convencida al final de la veracidad de la historia de Jeanne
Marie, la dama la recibió con los brazos abiertos.
“Ven, pero no como mi sirvienta, sino como mi querida hija.
Tú has enviado a mi queridísimo hijo al Cielo. No tengo duda
que él fue el que te trajo a mí”.
COMO UN NIÑO POBRE LLEGÓ A OBISPO, A CARDENAL Y A SANTO
San Pedro Damian perdió a su padre y madre apenas nació.
Uno de sus hermanos lo adoptó, pero lo trataba con aspereza,
forzándolo a trabajar muy duro y alimentándolo muy mal y con escasa ropa.
Un día encontró una moneda de plata, que representaba para
él una pequeña fortuna. Un amigo le aconsejó que lo usara para sí mismo, pues
el dueño no podría ser hallado.
Para Pedro era difícil establecer en que lo gastaría, ya que
tenía todo tipo de necesidades.
Pero cambiando de pensar en su joven mente, decidió que lo
mejor que podía hacer era pedir una Misa por las Almas del Purgatorio, en
especial por las almas de sus queridos padres.
A costa de un gran sacrificio, transformó su pensamiento en
hechos y las Misas fueron ofrecidas.
Las almas del Purgatorio devolvieron su sacrificio más
generosamente. Desde ese día en adelante notó un gran cambio en su destino.
Su hermano mayor lo llamó a la casa donde él vivía, y
horrorizado por el maltrato que padecía, lo llevó a vivir consigo.
Lo trató como a su propio hijo, y lo educó y cuidó con el
más puro afecto.
Bendición sobre bendición, los más maravillosos talentos de
Pedro salieron a la luz, y fue rápidamente promovido al sacerdocio.
Algún tiempo después él fue elevado a la dignidad de Obispo,
y finalmente Cardenal.
Además, muchos milagros atestiguan su santidad, tanto que
luego de su muerte fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia.
Estas maravillosas gracias vinieron a él después de una Misa
ofrecida por las Santas Almas.
UNA AVENTURA EN LOS APENINOS
Un grupo de sacerdotes fueron convocados a Roma para tratar
un asunto de gravedad. Eran portadores de importantes documentos, y una gran
suma de dinero les fue confiada para el santo Padre.
Atentos al hecho que los Apeninos, los cuales habían de
cruzar, estaban infestados de forajidos, eligieron un guía de confianza. No
había por aquel entonces túneles ni trenes para cruzar las montañas.
Se encomendaron a la protección de las Animas Benditas del
Purgatorio, y decidieron recitar el De Profundis cada hora por ellas.
Cuando llegaron al corazón de las montañas, el que iba más
adelante de todos dio la voz de alarma a la vez que espoleaba a los caballos a
todo galope.
Mirando alrededor, los sacerdotes vieron a ambos lados del
sendero fieras bandas de forajidos fuertemente armados y apuntándoles. Se
vieron en una emboscada y estaban a la completa merced de los delincuentes.
Después de una hora de temerario avance, el guía paró y
mirando a los sacerdotes, dijo: “No puedo entender cómo escaparon. Esta gente
nunca perdona a nadie”.
Los padres estaban convencidos que debían su seguridad a las
Santas Almas, como luego se confirmaría con un hecho que disiparía toda duda.
Cuando concluyeron su misión en Roma, uno de ellos fue
destinado a la Ciudad Eterna, como capellán de una prisión.
No mucho después, uno de los más feroces bandidos en Italia
fue capturado, y condenado a muerte por una larga serie de asesinatos y
esperaba la ejecución en su celda.
Ansioso de ganar su confianza, el capellán le contó sus
aventuras, entre ellas las de los Apeninos.
El criminal manifestó gran interés en la historia. Cuando
terminó el curita su relato, el asesino exclamó:
“¡Yo fui el líder de esa banda! Estábamos seguros de que
ustedes portaban dinero y estábamos decididos a matarlos y saquearlos.
Pero una fuerza invisible nos impidió disparar, pues
queríamos hacerlo pero no podíamos”.
El capellán luego le contó al delincuente cómo se habían encomendado
a la protección de las Almas del Purgatorio, y que ellos atribuían su
liberación a su protección.
El bandido no tuvo dificultad en creer. De hecho, hizo su
conversión mucho más fácil. Murió con arrepentimiento.
COMO PIO IX SE CURÓ DE SU MALA MEMORIA
El venerable pontífice Pio IX designó a un Santo y Prudente
religioso llamado Tomaso como Obispo de la Diócesis.
El sacerdote, alarmado por la responsabilidad puesta sobre
él, comenzó encarecidamente a excusarse.
Sus protestas fueron en vano. El Santo Padre sabía de sus
méritos.
Agobiado por la aprehensión, el humilde religioso solicitó
una audiencia con el Santo Padre y le confesó que tenía mala memoria, lo que
resultaba ser un grave impedimento en el alto oficio encomendado a él.
Pio IX respondió con una sonrisa,
“Su diócesis es muy pequeña en comparación con la Iglesia
Universal, la cual yo llevo sobre mis hombros. Tus cuidados son livianos en
comparación con los míos.”
Agregó:
“Yo también sufría un grave defecto de la memoria, pero
prometí decir una ferviente oración diaria por las Animas Benditas, las cuales,
en retribución, han obtenido para mí una excelente memoria.
Usted debería hacer lo mismo, estimado Padre, y tendrá en
qué regocijarse”.
CUANTO MAS DAMOS, MAS RECIBIMOS
Un hombre de negocios en Boston se unió a la Asociación de
las Santas Almas y dio una alta suma de dinero anual para Misas y oraciones en
favor de éstas.
El Director de la Asociación se sorprendió de la generosidad
del caballero, pues sabía que no era un hombre rico.
Él le preguntó amablemente un día si las limosnas que él
generosamente daba eran completamente suyas o eran colectas que el realizaba de
otros.
El hombre respondió:
“Todo lo que doy es mi propia ofrenda. No se alarme. No soy
rico, usted piensa que doy más de lo que tengo.
No es así, lejos de perder con mi caridad, las Animas
Benditas ven que gano considerablemente más de lo que doy; a ellas no les gana
nadie en generosidad”.
EL IMPRENTERO DE COLONIA
William Freyssen, da su testimonio de como su hijo y esposa
recobraron la salud gracias a las Almas del Purgatorio.
Un día le encargaron imprimir un librito sobre el
Purgatorio.
Cuando realizaba las tareas de corrección del texto, su
atención fue captada por los hechos narrados en el libro.
El aprendió por primera vez las maravillas que las Santas
Almas pueden obrar por sus amigos.
Por aquel tiempo su hijo cayó gravemente enfermo, y pronto
su estado se volvió desesperante.
Recordando lo que había leído acerca del poder de las Santas
Almas, Freyssen hizo la promesa solemne de imprimir mil libritos a su propia
expensa, con su firma impresa.
Fue a la iglesia y, una vez dentro, hizo un voto solemne.
En ese momento una sensación de paz y confianza inundaron su
alma.
A su retorno a casa, su hijo, que no podía tragar ni una
gota de agua, pidió algo de comer. Al día siguiente estaba fuera de peligro y
pronto, completamente curado.
Al mismo tiempo, Freyssen ordenó imprimir los libros del
Purgatorio para ser distribuidos, sabiendo que la mejor forma de obtener ayuda
para las almas sufrientes, era interesando a mucha gente sobre el tema.
Nadie que sabe sobre el sufrimiento de estas pobres almas,
niega una oración a ellas.
El tiempo pasó, y una nueva tristeza se cernía sobre este
imprentero. Esta vez su amada esposa cayó enferma y a pesar de todos los
cuidados iba cada vez peor.
Perdió el uso de razón y quedó casi completamente
paralizada, de modo que los doctores no le dieron muchas esperanzas.
El marido, recordando todo lo que las Almas del Purgatorio
habían hecho a su pequeño hijo, corrió otra vez a la Iglesia y prometió
solemnemente, como otrora, imprimir 200 de los libros del Purgatorio, en
principio, como urgente socorro de las Animas Benditas.
La aberración mental de su esposa cesó, y comenzó a mover su
lengua y extremidades. En un corto período ella estaba perfectamente sana.
LA CURA DEL CANCER
Joana de Menezes cuenta de su cura. Ella estaba sufriendo de
un cáncer en la pierna y sumergida en un profundo dolor.
Recordando lo que había oído sobre el poder de las Almas del
Purgatorio, ella resolvió poner toda su confianza en ellas y ofrecer nueve
Misas por ellas.
Prometió publicar en el diario su curación, si esta se
llevaba a cabo.
Gradualmente el tumor y el cáncer desaparecieron.
UN ESCAPE DE UN ASALTO
El Padre Luis Manaci, un celoso misionero, tenía gran
devoción a las Almas del Purgatorio.
Se encontró una vez realizando un viaje peligroso, pero con
mucha confianza pidió a las Animas Benditas que lo protegieran de los peligros
que se iría encontrando.
Su camino bordeaba una zona desértica, en la cual se sabía
que estaba infestada de peligrosas gavillas.
Cuando se encontraba rezando el Santo Rosario por las Almas,
cuál no fue su sorpresa, de verse rodeado de una custodia de espíritus
benditos.
Pronto el descubrió la razón. Había pasado por una
emboscada, pero las Santas Almas lo rodearon y lo taparon, tornándolo invisible
para los miserables que buscaban su vida.
Lo acompañaron hasta que estuvo seguro y fuera de peligro.
VOLVER A LA VIDA
El Prior de Cirfontaines nos cuenta su historia:
“Un joven de mi parroquia cayó enfermo de fiebre tifoidea.
Sus padres vencidos por la pena me pidieron que lo
encomendara a las oraciones de los miembros de la Asociación de Santas Almas.
Era un sábado. El chico estaba a las puertas de la muerte.
Los doctores probaron todos los recursos, todos los
remedios. Fue en vano. No podían hallar nada para mejorarlo.
Yo era el único que tenía esperanzas. Sabía del poder de las
Santas Almas pues había visto lo que podían hacer.
El domingo rogué a los Asociados de las Santas Almas para
que rogaran fervientemente por nuestro amigo enfermo. El lunes el peligro había
pasado. El muchacho estaba curado”.
¡LEELO Y DESPIERTA!
“En mi larga vida”, escribe un sacerdote,” vi muchas
manifestaciones de generosidad de los católicos por los pobres y necesitados,
de acuerdo con lo que Nuestro Señor nos mandó hacer.”
“También noté que algunos católicos son, por supuesto, muy
generosos y buenos.
Algunos se preocupan por los pobres, otros por los enfermos.
Leprosos, pacientes de cáncer, deficientes mentales, todos
tienen amigos. Algunos prefieren ayudar a los jóvenes, los corazones de otros
prefieren a los ancianos”.
“Lo más extraño de todas las cosas, es que nunca encontré ni
un hombre, ni una mujer que se haya dedicado por completo, de todo corazón, a
la más grande de las caridades, por los más necesitados, esto es, por las
santas Almas del Purgatorio.
Debe haber algunos que lo hacen, pero en mi larga y variada
experiencia, no encontré ninguno”.
¡Y las palabras de este sacerdote son pura verdad!
Apelamos a aquellos que todavía no se han dedicado a sí
mismos a alguna forma particular de caridad, para que se dediquen con todas sus
energías a las Animas Benditas.
Hagan todo lo que puedan personalmente, e induzcan a otros a
hacer lo mismo.
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